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LA NUEZ DE ARRIBA: Hecha la entrada y sueltos los leones,...

A través de doradas celosías
por las que se filtraban los vapores
de mil perfumes y de mil colores,
tu figura intuí en las ansias mías.

La intenté ver completa, y no querías
permitirlo, que envuelta en los candores
de tenue seda, sorda a mis amores,
su barrera translúcida oponías.

Y hube de contentarme con la vista
de aquellas nubes que a la laquearia
ascendían en difusa y sutil pista,

cual música que, al alma necesaria,
de los dedos escapa del arpista,
como se eleva al cielo una plegaria.

Ese rostro grabado está en mi alma,
y cuanto más lo pienso, más lo veo
como el blanco perfecto del deseo
que rompe en tempestad mi suave calma.

¡Ay!, mi mirada con la suya empalma
y una prende en la otra dulce reo
que la arrastra hacia el cálido himeneo
despojándola en traje, capa y talma.

¡Oh!, no te busco, pero en ti devengo,
¡oh!, mi alma es presa tuya y en ti está.
¡Oh!, alma y cuerpo soy que en ti convengo.

Tanto te quiero que no sé si ya
fin o principio en ti del cielo tengo,
mas sé que en ti hacia allí mi nave va.

Hecha la entrada y sueltos los leones,
el que a mejor caballo bate espuela,
la lanza, el rejón o la cañuela
le dé a la redempción de los peones;