Esa flor que, prendida en tus cabellos,
luce para su orgullo tu belleza,
capullo fue que la Naturaleza,
amorosa, mimó para ser de ellos.
Rojo y brillante mar de ritmos bellos
encrespados en ondas de pureza
bañan la tenue luz de tu cabeza
en el crepúsculo de sus destellos.
Son dos luciérnagas de amor tus ojos
que como estrellas en el mar relumbran
sobre la arena blanca y sin abrojos
del rostro tuyo en el que se columbran.
Y, desde lo que fui hasta mis despojos,
la oscura pista ante mi paso alumbran.
luce para su orgullo tu belleza,
capullo fue que la Naturaleza,
amorosa, mimó para ser de ellos.
Rojo y brillante mar de ritmos bellos
encrespados en ondas de pureza
bañan la tenue luz de tu cabeza
en el crepúsculo de sus destellos.
Son dos luciérnagas de amor tus ojos
que como estrellas en el mar relumbran
sobre la arena blanca y sin abrojos
del rostro tuyo en el que se columbran.
Y, desde lo que fui hasta mis despojos,
la oscura pista ante mi paso alumbran.