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LA NUEZ DE ARRIBA: Mis padres son un hermoso caballo negro y una preciosa...

EL PEQUEÑO POTRILLO

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Un día soleado de primavera, María estaba en el campo jugando con unas flores.

De pronto, cerca de ella, oyó el relinchar de un caballo. María se giró y vio que era un pequeño potrillo que estaba sólo y asustado.

María le preguntó:
- ¿Qué haces, pequeño potrillo?
Y el potrillo le dijo:
- Me he perdido y no encuentro a mis papás. Estaba jugando con unas mariposas y, de pronto, me he encontrado sólo.
María le tranquilizó:
- No te preocupes, pequeño potrillo; yo te ayudaré a encontrar a tus padres. Ven conmigo.
Dicho esto, se fueron los dos caminando hasta que se encontraron con un conejito al que le preguntaron:
- Conejito, ¿has visto a los padres del pequeño potrillo

El conejito contestó:
- No; no he visto a tus padres, conejito, pero puedes preguntar a la señora águila, que todo lo ve desde el cielo.
María y el pequeño potrillo dieron las gracias a conejito y siguieron su camino. Caminaron, caminaron hasta que, por fin, llegaron al reino de doña águila y, una vez cerca de ella, le preguntaron:
- Señora águila, ¿ha visto a los padres de pequeño potrillo?
La señora águila, que en ese momento volaba majestuosamente, dejándose llevar, en círculos, por la suave brisa del viento, les preguntó a su vez:
- ¿Y cómo son tus padres, pequeño potrillo?

Mis padres son un hermoso caballo negro y una preciosa yegua blanca – respondió el pequeño potrillo.
- En ese caso – dijo la señora águila – sí he visto a tus padres. Está en la cima de aquella montaña verde.

María y Potrillo corrieron hacia la montaña que les había indicado la señora águila y, después de una agotadora carrera, llegaron donde estaban los padres de este. Potrillo les abrazó y les besó, mientras estos, muy preocupados, le preguntaban que donde se había metido.
Pequeño potrillo les explicó que se había entretenido jugando, sin darse cuenta de que ellos se alejaban.

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- Gracias a la ayuda de María, he podido encontraros de nuevo.
Los padres de pequeño potrillo agradecieron a María su ayuda, diciéndole también que nunca la olvidarían y que siempre serían sus amigos.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.