La prudencia enseña al hombre a discernir lo que es bueno o malo, para seguirlo o rechazarlo. Así se define esta virtud, considerada por la historia y los pueblos como una de las virtudes cardinales de la vida.
El refranero muchas veces parecerá apocado o tímido, pero el saber colectivo no entiende de héroes ni extravagancias, no busca la gloria ni la exaltación, sino el vivir pacífico y sosegado, sometido a las normas.