: http://jrma1987. blogspot. com
“Arqueros del alba”
Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXX
Las noches de los viernes otoñales
Pasábamos las horas juntamente,
Las brasas encendidas, llama ardiente,
Dormida en las cenizas minerales.
El viento acariciaba los cristales
Buscando el fuego, cuya luz paciente
Asaba las castañas lentamente,
Detrás de aquellos viejos ventanales.
La lumbre calentaba las estancias
De la buhardilla vieja que habitaron
Los brillos de los guiños de la abuela.
El fuego alzó sus mágicas fragancias,
Virutas que, al arder, iluminaron
Las brasas del hollín que, libre, vuela
“Arqueros del alba”
Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXX
Las noches de los viernes otoñales
Pasábamos las horas juntamente,
Las brasas encendidas, llama ardiente,
Dormida en las cenizas minerales.
El viento acariciaba los cristales
Buscando el fuego, cuya luz paciente
Asaba las castañas lentamente,
Detrás de aquellos viejos ventanales.
La lumbre calentaba las estancias
De la buhardilla vieja que habitaron
Los brillos de los guiños de la abuela.
El fuego alzó sus mágicas fragancias,
Virutas que, al arder, iluminaron
Las brasas del hollín que, libre, vuela
El mar alborotado
El mar alborotado
Dejó que, ensortijadas,
Corriesen sus espumas,
Bajo el color dorado que encendía
La luz de la alborada silenciosa,
Que vio el carruaje bello
Que te arrastró hacia un cielo luminoso,
Y fueron en mis ojos
Las lágrimas brotando,
Al ver el resplandor de la mañana.
La muerte se hizo dueña
De la sonrisa alegre de tu rostro,
El oro y la hermosura
Que ardían, a menudo, en tu retrato,
Alegre como el fuego
Que, sobre el horizonte,
El aire iba poblando de colores,
De luces encendidas que cerraban
Los pórticos callados
Del reino que hacen claro las estrellas.
El mar alborotado
Dejó que, ensortijadas,
Corriesen sus espumas,
Bajo el color dorado que encendía
La luz de la alborada silenciosa,
Que vio el carruaje bello
Que te arrastró hacia un cielo luminoso,
Y fueron en mis ojos
Las lágrimas brotando,
Al ver el resplandor de la mañana.
La muerte se hizo dueña
De la sonrisa alegre de tu rostro,
El oro y la hermosura
Que ardían, a menudo, en tu retrato,
Alegre como el fuego
Que, sobre el horizonte,
El aire iba poblando de colores,
De luces encendidas que cerraban
Los pórticos callados
Del reino que hacen claro las estrellas.
Por eso, cada día,
Verás que, emocionado,
Irá mi pensamiento
Buscando las caricias de otras veces,
Los besos encendidos de otro tiempo,
Cuando, sin apurarse,
Las horas navegaban los arroyos
Del aire envejecido
Que me hallará forzando
Los remos de una barca hasta encontrarte.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
Todos los derechos reservados por el autor.
José Ramón Muñiz Álvarez
Verás que, emocionado,
Irá mi pensamiento
Buscando las caricias de otras veces,
Los besos encendidos de otro tiempo,
Cuando, sin apurarse,
Las horas navegaban los arroyos
Del aire envejecido
Que me hallará forzando
Los remos de una barca hasta encontrarte.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
Todos los derechos reservados por el autor.
José Ramón Muñiz Álvarez