En la provincia de Burgos existen varias zonas en las que se ha cultivado la vid, al menos desde la dominación romana, produciendo vinos de buena calidad, no sólo para el consumo de la población, sino también con excedentes para la venta. La más conocida de estas zonas es la de la Ribera del Duero, pero no ha sido la única, destacando también la Bureba, la ribera del Arlanza, en torno a Covarrubias y también en tierras del partido de Castrojeriz.
En estas zonas de producción de vino y en otras en las que existían almacenes de vino, estaba muy implantado el oficio de botero y corambrista, formando un numeroso gremio.
Este oficio de botero, como su primo carnal, el cubero y otros parecidos, que en el pasado tuvieron una gran importancia en la vida social, pues gracias a ellos infinidad de personas desarrollaron su actividad laboral, siendo su principal fuente de ingresos, en la actualidad o ya han desaparecido o están en inminente trance de desaparecer. El ritmo de esta desaparición, en muchos casos, lo va marcando la jubilación de los pocos artesanos que aún ejercen dichos oficios
Este oficio de botero, como su primo carnal, el cubero y otros parecidos, que en el pasado tuvieron una gran importancia en la vida social, pues gracias a ellos infinidad de personas desarrollaron su actividad laboral, siendo su principal fuente de ingresos, en la actualidad o ya han desaparecido o están en inminente trance de desaparecer. El ritmo de esta desaparición, en muchos casos, lo va marcando la jubilación de los pocos artesanos que aún ejercen dichos oficios
Concretando, y a ojo de buen cubero, podemos afirmar que en épocas no lejanas en toda la provincia de Burgos había no menos de 20 almacenes de vino, que distribuían miles de cántaras entre tabernas y cantinas de su radio de acción. Ninguno de estos almacenes tenía menos de mil pellejos, odres o corambres circulando para transportar el vino y distribuirlo entre los establecimientos a los que abastecían.
Esas cantidades que hemos señalado constituían la base principal del trabajo de los boteros, pues constantemente había que reparar los existentes y renovar los deteriorados e inservibles por el constante uso. Las roturas pequeñas se solucionaban con remiendos o poniendo la clásica botana, con cuya reparación podían volver a utilizarse. Esto y la confección de odres o pellejos nuevos y botas daba trabajo abundante y continuo a los talleres de botería existentes en todas las zonas de la provincia donde se producía vino.
Esas cantidades que hemos señalado constituían la base principal del trabajo de los boteros, pues constantemente había que reparar los existentes y renovar los deteriorados e inservibles por el constante uso. Las roturas pequeñas se solucionaban con remiendos o poniendo la clásica botana, con cuya reparación podían volver a utilizarse. Esto y la confección de odres o pellejos nuevos y botas daba trabajo abundante y continuo a los talleres de botería existentes en todas las zonas de la provincia donde se producía vino.
Hasta hace pocas décadas en la ciudad de Burgos estaban trabajando no menos de 8 talleres de botería y en toda la provincia otros 50 talleres.
Hoy, en el año 1996 en que realizamos este estudio, en Burgos capital y provincia quedan, mal contadas, seis boterías que siguen confeccionando botas casi exclusivamente porque los odres o pellejos ya no se usan. Estas boterías son casi todas ellas negocios familiares, heredados de padres a hijos y que sobreviven a trancas y barrancas, quizás esperando a echar definitivamente el cierre del negocio cuando les llegue la hora de la jubilación a los actuales artesanos boteros.
La razón de esta irreversible crisis que amenaza con la total desaparición se debe fundamentalmente a la modernización en los sistemas de transporte del vino, que se realiza en grandes cisternas o en envases de vidrio y plástico no retornables y hasta en el moderno y práctico tetra brick.
Hoy, en el año 1996 en que realizamos este estudio, en Burgos capital y provincia quedan, mal contadas, seis boterías que siguen confeccionando botas casi exclusivamente porque los odres o pellejos ya no se usan. Estas boterías son casi todas ellas negocios familiares, heredados de padres a hijos y que sobreviven a trancas y barrancas, quizás esperando a echar definitivamente el cierre del negocio cuando les llegue la hora de la jubilación a los actuales artesanos boteros.
La razón de esta irreversible crisis que amenaza con la total desaparición se debe fundamentalmente a la modernización en los sistemas de transporte del vino, que se realiza en grandes cisternas o en envases de vidrio y plástico no retornables y hasta en el moderno y práctico tetra brick.