Luz ahora 0,04400 €/kWh

LA NUEZ DE ARRIBA: Iban, en otros tiempos no lejanos, por los caminos...

En Burgos, capital, siguen abiertas las boterías de "Hijos de Félix de Sebastián", que tiene su taller junto a la iglesia de la Merced, que lleva fabricando botas más de un siglo. En la actualidad está regentada esta botería por Luis y Fernando, hijos de Félix de Sebastián.

En la calle de San Cosme y muy próxima a la anterior está también abierta la de V. Domingo Izquierdo. Los TRES DDD. Botería Domingo.

En Covarrubias, a orilla del río Arlanza, está abierto el taller de los hermanos Angel y Eleuterio Moneo Villalba, con los que trabaja el primo de éstos Fidel Moneo Cubillo. En este taller se confeccionan botas y también se curten pieles a la antigua usanza, con maquinaria, utensilios y métodos antiguos. Llevan en el oficio más de 30 años, desde su juventud.

Estos boteros racheles tienen su taller en la calle Tenerías Bajas, del bello pueblo de Covarrubias. El nombre de la calle es todo un símbolo y una garantía para un taller de curtido.

En el histórico pueblo de Oña hay otra botería, la de A. Ojeda Carranza.

No disponemos de datos de más talleres existentes en Burgos, capital y provincia.

Algunos de estos talleres, como el situado en la villa de Covarrubias, no se limitan a fabricar botas corrientes, sino que también realizan diversos trabajos de curtido y elaboración de pieles, caballo, lobo y oveja, con destino a alfombras y para otros fines.

Muchas pieles curtidas en los talleres de botería de Burgos se han enviado a Galicia para fabricar gaitas.

Allí donde desde tiempos antiguos estuvo presente la cultura de la vid y del vino, hubo siempre una floreciente industria de fabricación de odres, pellejos, botas, que durante siglos sirvieron para el transporte y almacenaje del vino. También sucedió lo mismo con el aceite.

Otro oficio similar y que ha seguido los mismos avatares, crisis que ya ha desaparecido, es el de cubero, a la que habrá que dedicar también nuestra atención.

La trayectoria de estos oficios artesanos que fueron negocios rentables y que han ido subsistiendo posteriormente con una moderada ganancia, en muchos casos simplemente cubriendo gastos, es ejemplar porque los hombres que los han llevado adelante lo han hecho pensando en el trabajo bien hecho, por amor al oficio que es una herencia de sus padres que han sabido estimar y valorar. Estos artesanos saben bien que su oficio es una ciencia hecha de muchas horas pacientes de trabajo callado, un servicio de hombres anónimos que continuando el oficio de sus padres y abuelos han enriquecido la cultura popular.

Gracias a ellos, el beber un trago de vino con la popular bota se ha convertido en un arte, con un sabor especial, que es el sabor de la tradición fielmente conservada siglos y siglos.

La literatura nos habla tanto de los odres y pellejos como de las botas. Es famoso el episodio en el que Don Quijote arremete a cuchilladas con unos odres llenos de vino en la estancia de la venta en que se almacenaban. Es también conocido el apego que Sancho Panza tenía hacia su bota. En La Cena, de Baltasar del Alcázar, leemos:

Franco fue, Inés, este toque,
pero arrójame la bota.
Vale un florín cada gota
de aqueste vinillo aloque.

Y después dice:

Haz, pues, Inés lo que sueles,
saca de la bota llena
tres tragos; hecha es la cena
levántense los manteles.

Según este mismo autor, y según esta poesía, ya clásica y muy conocida, se utilizaban para servir el vino, junto con la bota, otros recipientes, como el pichel o las tazas. En nuestras tierras se hizo muy popular el porrón y también la jarra de barro.

El refranero advierte: "Cuando el tabernero vende la bota, o sabe a la pez o está rota". Aquí están resumidos lo dos problemas principales que afectan a las botas: que den al vino el sabor de la pez de la que están impregnadas por dentro. Esto se puede evitar con algunos cuidados al empezar a usarlas. El poco uso que se hace de ellas y dejarlas secar en exceso y romperse por esta causa es el otro problema. Porque si se rompe tras un largo y prolongado uso es causa de satisfacción y no de queja.

Tampoco está de más el consejo que se lee en el evangelio de no echar el vino nuevo en odres viejas ni el vino viejo en odres nuevas.

La bota ha sido siempre compañera inseparable de todos aquellos que por exigencia de su oficio o su negocio tenían que pasar el día y comer fuera de casa y sobre todo amiga incondicional de aquellos que hicieron sus vidas, sus negocios, sus andanzas y malandanzas, aventuras y trajines en los caminos y veredas. Los pastores trashumantes y estantes, los arrieros, trajinantes, feriantes, correcaminos, arreadores de ganado, conductores de carretas y diligencias, cazadores, leñadores, guardas, pescadores...

Iban, en otros tiempos no lejanos, por los caminos provistos de la popular, sencilla y fiel bota, llena de vino de la tierra, colgada del arzón o metida en las alforjas, en la mochila o en el zurrón, acompañando al pan casero un poco áspero y seco junto con el chorizo, el tocino, el jamón, la cecina, el tasajo y el queso, para el tentempié o la merienda.

Hoy la bota es compañera de días de campo y excursión, de cacerías y tardes de toros, en las cuales, a la mitad del festejo, es costumbre en no pocas plazas, dar cuenta de suculenta merienda, donde la menos ociosa suele ser la bota que corre de mano en mano. Animando el ambiente festero con el vino que al menos proporciona alegría y contento. Como colofón de la faena también es costumbre arrojarle la bota al diestro para premiarle junto con las ovaciones del público mientras da la vuelta al ruedo con los trofeos conseguidos.

Allí está la bota sencilla, secular, imprescindible, dando la callada y singular pelea, la continua batalla contra los envases modernos, repleta y generosa, a la que poder retornar cuantas veces se desea cuando la sed acucia o el placer de saborear un buen trago de vino estimula... Ahí está la bota como un lujo al alcance de todos.

Quienes saben apreciar y valorar un amistoso y oportuno trago de vino en un generoso tiento a la bota, prefieren este envase a los otros que también se usan, pero con ellos "el vino no sabe igual".

Beber en bota, aunque no es difícil, requiere su tino, maña y destreza para saborear mejor el trago. Y como todas las cosas se perfecciona con el uso.

Todos estos méritos de la bota, estos sencillos servicios los tenemos a nuestro alcance gracias a los artesanos boteros. Esperamos que este oficio conservado celosamente por auténticos profesionales siga vigente muchos años.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Recordemos unos versos populares:

Bota, ya te vas quedando
como barriga de vieja:
floja, seca y arrugada,
sin sangre ni fortaleza.

Bota mía de mi vida
dulcísima compañera
a quien doy toda la vida ... (ver texto completo)