la cita por telefono
Hugo Alberto Patiño Moreno
(76 puntos / 19 votos)
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En el inicio de mi juventud, mi situación económica, emocional y física era bastante caótica. Yo mismo sentía lastima de la condición en la que me encontraba.
Una mañana bien temprano, un tío materno en procura de ayudarme de alguna manera, me invito para que lo ayudara a pintar una casa ubicada en un sector exclusivo al sur de la ciudad. Me emocioné mucho con la idea de hacer algo que terminara con la monotonía en la que se encontraba mi vida y por esa razón acepté con gusto la invitación. Cuando llegamos al lugar, quedé maravillado con la arquitectura del inmueble y procedimos a iniciar las tareas inherentes a la profesión de pintar.
Después de un rato, mi tío me comentó que me dejaría solo en la casa para que yo me encargara de hacer todo según las indicaciones suyas y procedió a marcharse dejándome en la soledad de aquel hermoso recinto.
Yo labore entusiasmado toda la mañana, pero cuando llegó la hora del almuerzo quedé confundido, sin saber que hacer, pues no tenía un solo peso en el bolsillo y la verdad es que sentía un hambre terrible.
Abandonado a mi suerte, empecé a buscar en la cocina algo de comer pero era evidente que al estar desocupada la casa no encontraría ningún bocado. Solo hallé un teléfono viejo de esa época, de esos de los que se giraba un disco para poder marcar los números.
Hugo Alberto Patiño Moreno
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En el inicio de mi juventud, mi situación económica, emocional y física era bastante caótica. Yo mismo sentía lastima de la condición en la que me encontraba.
Una mañana bien temprano, un tío materno en procura de ayudarme de alguna manera, me invito para que lo ayudara a pintar una casa ubicada en un sector exclusivo al sur de la ciudad. Me emocioné mucho con la idea de hacer algo que terminara con la monotonía en la que se encontraba mi vida y por esa razón acepté con gusto la invitación. Cuando llegamos al lugar, quedé maravillado con la arquitectura del inmueble y procedimos a iniciar las tareas inherentes a la profesión de pintar.
Después de un rato, mi tío me comentó que me dejaría solo en la casa para que yo me encargara de hacer todo según las indicaciones suyas y procedió a marcharse dejándome en la soledad de aquel hermoso recinto.
Yo labore entusiasmado toda la mañana, pero cuando llegó la hora del almuerzo quedé confundido, sin saber que hacer, pues no tenía un solo peso en el bolsillo y la verdad es que sentía un hambre terrible.
Abandonado a mi suerte, empecé a buscar en la cocina algo de comer pero era evidente que al estar desocupada la casa no encontraría ningún bocado. Solo hallé un teléfono viejo de esa época, de esos de los que se giraba un disco para poder marcar los números.