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LA NUEZ DE ARRIBA: Al otro día, cuando llegó la hora acordada decidí ir...

la cita por telefono

Hugo Alberto Patiño Moreno

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En el inicio de mi juventud, mi situación económica, emocional y física era bastante caótica. Yo mismo sentía lastima de la condición en la que me encontraba.
Una mañana bien temprano, un tío materno en procura de ayudarme de alguna manera, me invito para que lo ayudara a pintar una casa ubicada en un sector exclusivo al sur de la ciudad. Me emocioné mucho con la idea de hacer algo que terminara con la monotonía en la que se encontraba mi vida y por esa razón acepté con gusto la invitación. Cuando llegamos al lugar, quedé maravillado con la arquitectura del inmueble y procedimos a iniciar las tareas inherentes a la profesión de pintar.
Después de un rato, mi tío me comentó que me dejaría solo en la casa para que yo me encargara de hacer todo según las indicaciones suyas y procedió a marcharse dejándome en la soledad de aquel hermoso recinto.
Yo labore entusiasmado toda la mañana, pero cuando llegó la hora del almuerzo quedé confundido, sin saber que hacer, pues no tenía un solo peso en el bolsillo y la verdad es que sentía un hambre terrible.
Abandonado a mi suerte, empecé a buscar en la cocina algo de comer pero era evidente que al estar desocupada la casa no encontraría ningún bocado. Solo hallé un teléfono viejo de esa época, de esos de los que se giraba un disco para poder marcar los números.

Por pasar el tiempo, decidí llamar al azar y al cabo de un momento alguien contestó mi llamada. Cuando me habló, de inmediato le interrumpí para suplicarle que no me colgara. Presumo que era una mujer joven por el tono de su voz, aunque se oía aterrada con mi petición. Supongo que se imaginó que yo pretendía suicidarme, razón por la cual me atendió con suma importancia y esa charla duró por espacio de casi una hora; lo cierto del caso es que resultó muy agradable la conversación y acordamos que al otro día yo la llamaría de nuevo a esa misma hora, obviamente que le pedí el numero telefónico pues en ese tiempo no existía el identificador de llamadas; Bueno por lo menos yo no lo conocía.
Al otro día la llamé cual lo acordado y esta escena se repitió durante casi un mes y medio. Nos hicimos amigos entrañables, a tal punto que para ella era indispensable esa charla diaria.
Recuerdo bien que la última vez que hablamos por teléfono ella me dejó sorprendido cuando insistió que quería conocerme en persona, confesándome además que sentía que le hacia mucha falta. La verdad es que yo estaba desmotivado con la idea pues había creado una fantasía y me gustaban las cosas tal como se encontraban, sin mencionar por supuesto que tenía vergüenza de que conociera realmente como era yo físicamente.

Fue tanta mi angustia, que para salir del paso le dije que me molestaba que a las mujeres solamente les importara que el hombre tuviese dinero y fuese atractivo. Seguido a estas palabras, ella me interrumpió intrigada y me pidió que le diera mi descripción, lo que su vez ocasionó que yo cometiera la peor estupidez de mi vida.
Comencé a relatarle lo siguiente: mido 1,80 metros, soy de contextura atlética, ojos azules, piel trigueña clara, cabello castaño, estudio medicina y vivo en el bario ciudad jardín (el mas exclusivo de la ciudad), no se me olvida que cuando describía al hombre que se supone que yo era, ella estaba muda, perpleja, escuchándome concentrada, quizás sorprendida por los rasgos que le mencionaba, sin imaginar por un segundo que le estaba describiendo a un modelo de un afiche que se hallaba justamente frente a mí.
Le dije que me incomodaba que a las mujeres solo les importara mi físico, sin tener en cuenta otras cualidades que el ser humano posee. No se imaginan lo que paso por mi mente, cuando me dijo que me comprendía perfectamente porque precisamente a ella le la pasaba lo mismo. Por un instante pensé que había resultado ser más mentirosa que yo y empecé a relajarme un poco imaginándomela, mientras ella me narraba con detalles lo hermosa que se suponía que era. Me contó además que también estudiaba medicina y que casualmente vivía en el mismo barrio que yo. Antes de colgar me dijo que me esperaría al día siguiente a las 12 en punto del mediodía, en un round point que estaba frente a un hospital psiquiátrico cerca del lugar donde por coincidencia me encontraba, su carro es de color blanco, que llevaría puesto un vestido rojo y se soltaría el cabello para que la reconociera fácilmente. Esa noche no dormí bien, pensando en la cita establecida impositivamente por la chica. Dudaba que hacer, aunque no niego que me daba curiosidad por conocerla.

Al otro día, cuando llegó la hora acordada decidí ir a conocerla; al fin y al cabo ella no me conocía y yo le había descrito a alguien que solo existía en la ficción de las revistas de modas. Fue así como tomé una bicicleta vieja destartalada y vestido con las ropas habituales de trabajar lleno de manchas de pintura, salí al encuentro esperado. Faltaban cinco minutos para las doce de la mañana cuando efectivamente llegó en un carro blanco muy lujoso. Cuando se bajó del vehiculo quedé petrificado al ver a una mujer tan impresionantemente hermosa. Tenía un vestido rojo ceñido al cuerpo que realzaba la perfección de sus curvas, su cabello negro suelto brillaba con el resplandor del azabache, el rostro era tan hermoso que hasta la virgen hubiera sentido envidia de verla, su belleza era como describir un poema de Neruda, Borges y García Márquez juntos. Quede perdido en el mar de su hermosa, solo recuerdo que ella esperó hasta las doce y cuarenta y cinco del medio día al galán que nunca llegó.
Todavía me pregunto ¿que hubiera pasado si asisto a la cita siendo la persona que originalmente la conquistó?, solo sé que cuando se subió al auto, esa fue la ultima vez que la vi porque jamás supe de ella, aunque mi corazón todavía la busca en el rostro de otras mujeres.