LA NUEZ DE ARRIBA: De que se trata? —suspiró....

Ah! —exclamó la pequeña alma, que ya se estaba sintiendo mejor.

Entonces Dios explicó que, para poder experimentar cualquier cosa, se requiere de su opuesto.

Ese es un gran don, porque sin el no podrías conocer como es todo lo demás. No podrías saber que es lo caliente sin lo frío, el arriba sin el abajo, lo rápido sin lo lento. No podrías saber que es la izquierda sin la derecha, el acá sin el allá, el ahora sin el después.

Y así —concluyó Dios, al verte envuelta en la oscuridad, no cierres el puño ni alces la voz para maldecirla.

Más bien, sé Luz entre las tinieblas, y no te enojes por ello. De ese modo sabrás Quien Eres Realmente, y también los demás lo sabrán.

Permite que tu luz brille para que todos sepan que eres alguien muy especial.

¿Quieres decir que está bien que los demás sepan que soy alguien muy especial? — inquirió la Pequeña Alma.

¡Por supuesto! — rió Dios, ¡Esta muy bien!

Pero recuerda que “especial” no quiere decir “mejor”. Todos son especiales, cada uno a su modo. Pero hay muchos que no lo recuerdan. Entenderán que está bien que sean especiales sólo cuando tu mismo sepas que está bien ser especial.

¡Fantástico! — exclamó la almita, quien bailaba, reía y daba saltos de felicidad. ¡Puedo ser todo lo especial que quiera!

Si, y puedes serlo a partir de ahora mismo — agregó Dios, quien bailaba y saltaba y reía con la pequeña Alma.

¿Qué parte de lo especial quieres ser?

¿Qué parte de lo especial? No te entiendo.

Verás… — le explicó Dios:

Ser la Luz es ser especial, y eso esta hecho de muchas partes.

Ser generoso es ser especial. Ser amable es ser especial.

Ser creativo es ser especial. Ser paciente es ser especial.

¿Se te ocurren otros modos de ser especial?

La pequeña Alma quedó en silencio por un instante:

¡Se me ocurren muchas formas de ser especial! — Exclamó luego.

Es especial ayudar a los demás. Es especial compartir. Y ser amistoso también es ser especial.

¡Ser considerado con los demás es ser especial!

¡Así es! — concordó Dios.

Y tú puedes ser todas esas cosas, o cualquier otra parte de lo especial que desees ser, en cualquier momento. Eso significa ser la Luz.

¡Ya se lo que quiero ser! —anunció la Pequeña Alma, muy emocionada. Quiero ser la parte de lo especial llamada “perdonar”.

¿No es especial perdonar?

Oh, si —aseguro Dios. Eso es muy especial.

Entonces, eso quiero ser. Quiero perdonar. Quiero experimentarme a mi misma de ese modo.

Bien —dijo Dios. Pero hay algo que debes saber.

La Pequeña Alma comenzaba a impacientarse.

Parecía que siempre había complicaciones.

De que se trata? —suspiró.

No hay nadie a quien perdonar.

¿Nadie? La Pequeña Alma apenas podía creer lo que estaba oyendo.

¡Nadie! —repitió Dios. Todo cuanto hice es perfecto.

No hay una sola alma en toda la creación que sea menos perfecta que tu. Mira a tu alrededor.

Entonces la Pequeña Alma se dio cuenta de que se había reunido una gran multitud. De todo largo y ancho, de todos los rincones del Reino, habían venido almas, porque se había corrido la voz de que la Pequeña Alma sostenía una extraordinaria conversación con Dios, y todos querían oír lo que decían.

Viendo a las incontables almas reunidas, la almita tuvo que coincidir: nadie parecía ser menos maravilloso, menos magnifico o menos perfecto que ella misma. Tal era el esplendor de las almas reunidas y tan brillante era su Luz, que la Pequeña Alma apenas podía sostener su mirada.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
A quién perdonar entonces? —preguntó Dios.

¡Oh, creo que esto será muy aburrido! — gruñó la almita.

Quería experimentarme como El Que Perdona. Quería saber como es esa parte de lo especial.

Y, así, supo como es estar triste.

Pero entonces un Alma amistosa salió de entre la multitud:

No te preocupes Pequeña —le dijo. Yo te ayudaré.

¿De verdad? —replicó, con el rostro iluminado.

¿Pero que puedes hacer?

Puedo darte a alguien para que lo perdones. ... (ver texto completo)