Cuando deseas algo, tu alegría depende de ese algo. Si te lo quitan, te sientes desgraciado; si te lo dan, te sientes feliz, pero sólo momentáneamente. Esto también tiene que entenderse. Cuando se realiza tu deseo, sólo sientes una alegría momentánea. Es pasajera, porque una vez que tienes ese algo, la mente empieza a desear más, a desear otras cosas. La mente existe en el deseo; por eso nunca puede dejarte sin deseos. Si te quedas sin deseos, la mente muere instantáneamente. Éste es el gran secreto de la meditación.