3. Nace el amor en tallos de la muerte
como flor presurosa;
nunca el amante corazón advierte
espadas del jardín sobre la rosa;
nace el amor... y apenas resplandece
quiebra su rojo vuelo.
¿A qué extraños mandatos obedece
por el aire y el suelo?
como flor presurosa;
nunca el amante corazón advierte
espadas del jardín sobre la rosa;
nace el amor... y apenas resplandece
quiebra su rojo vuelo.
¿A qué extraños mandatos obedece
por el aire y el suelo?
Nace el amor... y aquí su llama ardida
no deja casi nada;
lo que era ayer el centro de mi vida
se vuelve ciudadela abandonada.
¿Apaga el corazón los finos verdes
que este cielo derrama?
¿Diré que oscuramente tú los pierdes
por el musgo y la grama?
no deja casi nada;
lo que era ayer el centro de mi vida
se vuelve ciudadela abandonada.
¿Apaga el corazón los finos verdes
que este cielo derrama?
¿Diré que oscuramente tú los pierdes
por el musgo y la grama?
Vengo del fuego dulce, de la inmensa
claridad recibida;
soy la que nada sabe... la indefensa
criatura agradecida.
¿En dónde se refugian los panales
con sus líquidas flores?
¿En dónde el higueral, los manantiales
y mis siete colores?
claridad recibida;
soy la que nada sabe... la indefensa
criatura agradecida.
¿En dónde se refugian los panales
con sus líquidas flores?
¿En dónde el higueral, los manantiales
y mis siete colores?
Miro el día deshecho entre mis brazos;
recojo la ceniza;
guardo el eco dolido de unos pasos,
que ya no van de prisa;
si he de alcanzar las dulces amapolas
y el camino vehemente
tengo que desgarrar mis manos solas
y hasta olvidar mi frente.
recojo la ceniza;
guardo el eco dolido de unos pasos,
que ya no van de prisa;
si he de alcanzar las dulces amapolas
y el camino vehemente
tengo que desgarrar mis manos solas
y hasta olvidar mi frente.
Abro la noche... siento cómo vive
encerrada en su hielo;
su dilatada entraña me recibe
con algo de recelo;
descienden las raíces hasta el fondo
del jardín sumergido
y un ciego palpitar, que casi escondo,
es mi día perdido.
encerrada en su hielo;
su dilatada entraña me recibe
con algo de recelo;
descienden las raíces hasta el fondo
del jardín sumergido
y un ciego palpitar, que casi escondo,
es mi día perdido.
¡Ah, frágil regocijo de blancura!...
¡Ah, mi amor volandero!...
¿En qué nuevo dominio la clausura
de aquel verano entero?
Aunque soy del amor, ya no persigo
su cítara o su espada,
y estoy en mi pregunta, en mi castigo,
como muerte olvidada.
¡Ah, mi amor volandero!...
¿En qué nuevo dominio la clausura
de aquel verano entero?
Aunque soy del amor, ya no persigo
su cítara o su espada,
y estoy en mi pregunta, en mi castigo,
como muerte olvidada.