¿Son buenas nuestras voluntades y las de nuestros gobernantes? Esta sería una excelente pregunta-guía. De esta concepción de virtud, que tiene su origen en Platón y un largo desarrollo posterior, surge lo clásico: sabiduría, prudencia, fortaleza, templanza, justicia, a las que el Aquinate añadió las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que tienen por objeto a Dios.