La autoridad tiene estos riesgos. Si el poderoso abusa de ella y acosa y constriñe y persigue, casi no hay más opción que meterse en el refugio y aguardar que pase el tornado. Lo cual más que prudencia, puede ser irresponsabilidad y apocamiento. Presentar legítima y no violenta batalla es deber de conciencia para defender las convicciones y los derechos maltratados. Siempre ha de quedar abierto el camino de la libertad, que es aquel en el que cada uno puede vivir con arreglo a su conciencia y a su fe y poder expresarla abiertamente sin que por ello sea molestado. Los únicos que no tienen derecho a la libertad son quienes se empeñan en ultrajarla no dejando vivir a los demás. (Carlos Amigo, Cardenal, arzobispo de Sevilla, marzo de 2006, www. religiondigital. com)