El resto del mobiliario era una librería cerrada con cristales, la pizarra negra pintada en la pared, un mapa de España, un mapamundi, un crucifijo y las fotos de Franco y José Antonio. Y nuestros bancos, claro. Eran unos bancos corridos que tenían el tablero superior inclinado y con agujeros para los tinteros de porcelana y, debajo, una tabla horizontal donde dejábamos los cuadernos y los libros. También había unas perchas para colgar la ropa.