José Domingo Gómez Rojas
Bajo este cielo azul
Bajo este cielo azul todo florido de astros
cada pupila siente que se ahonda el abismo
y que ampliando sus formas tiene un florecimiento
de estrellas y de cielos, como la inmensidad.
Bajo el desnudo azul, luminoso de estrellas,
se dignifica todo: charco, flor y gusano;
y en el florecimiento desnudo de los astros
la original belleza canta a la Eternidad.
La beatitud serena de la noche refresca
las canciones de chapo sonoro de la fuente
y en toda cosa humilde la santidad del cielo
pone unciones de estrellas, pone besos de amor.
Los árboles enhebran sus canciones al viento,
las raíces ahondan el negror de la tierra
y entretejen los dedos de sus finas urdimbres
presintiendo en el polvo la transfusión del sol.
Las arañas triangulan sus geométricas telas
en rosales o en cardos y a través de los hilos
se proyectan pedazos de cielo con estrellas
y así, hasta la araña teje su cendal de luz.
Los senderos se alargan narrando una leyenda
de antiguos peregrinos que no volvieron nunca...
Los ojos se humedecen de bondad bajo el párpado
y los labios cuajados de besos se hacen frutas
largamente gustadas por una juventud.
Los abuelos se sienten renacer en los nietos
y sienten que prolongan la humanidad, la vida;
y la madre que siente la tibieza del hijo
al darle los pezones del seno, santifica
el horror de la carne que florece gusanos...
Yo pienso que en las noches todas floridas de astros
hay olor a la luz nueva de vírgenes estrellas,
y pienso que algún día lejano de una estirpe
nacerá él que, venciendo los zipos de la muerte
nos pondrá frente a frente de Dios y de la Vida
(y hasta pienso que yo vendré, lejanamente
desde otro astro, a escuchar las parábolas nuevas).
Bajo este cielo azul
Bajo este cielo azul todo florido de astros
cada pupila siente que se ahonda el abismo
y que ampliando sus formas tiene un florecimiento
de estrellas y de cielos, como la inmensidad.
Bajo el desnudo azul, luminoso de estrellas,
se dignifica todo: charco, flor y gusano;
y en el florecimiento desnudo de los astros
la original belleza canta a la Eternidad.
La beatitud serena de la noche refresca
las canciones de chapo sonoro de la fuente
y en toda cosa humilde la santidad del cielo
pone unciones de estrellas, pone besos de amor.
Los árboles enhebran sus canciones al viento,
las raíces ahondan el negror de la tierra
y entretejen los dedos de sus finas urdimbres
presintiendo en el polvo la transfusión del sol.
Las arañas triangulan sus geométricas telas
en rosales o en cardos y a través de los hilos
se proyectan pedazos de cielo con estrellas
y así, hasta la araña teje su cendal de luz.
Los senderos se alargan narrando una leyenda
de antiguos peregrinos que no volvieron nunca...
Los ojos se humedecen de bondad bajo el párpado
y los labios cuajados de besos se hacen frutas
largamente gustadas por una juventud.
Los abuelos se sienten renacer en los nietos
y sienten que prolongan la humanidad, la vida;
y la madre que siente la tibieza del hijo
al darle los pezones del seno, santifica
el horror de la carne que florece gusanos...
Yo pienso que en las noches todas floridas de astros
hay olor a la luz nueva de vírgenes estrellas,
y pienso que algún día lejano de una estirpe
nacerá él que, venciendo los zipos de la muerte
nos pondrá frente a frente de Dios y de la Vida
(y hasta pienso que yo vendré, lejanamente
desde otro astro, a escuchar las parábolas nuevas).