Huye, mi dulce bien, por los senderos
de la arboleda oscura,
por donde, tus ligeros
pasos siguiendo yo, se me figura
que persigo en mi empeño,
como el pastor de Arcadia en la espesura,
la casta diosa del tranquilo sueño.
Huye, y tu planta breve,
marcada apenas sobre el polvo leve,
buscaré en mi porfía,
hasta lograr que de mi afán cuitada,
cedas, y, con estrecho
lazo, tu sien en mi hombro reclinada,
sienta el latir de tu cansado pecho.
de la arboleda oscura,
por donde, tus ligeros
pasos siguiendo yo, se me figura
que persigo en mi empeño,
como el pastor de Arcadia en la espesura,
la casta diosa del tranquilo sueño.
Huye, y tu planta breve,
marcada apenas sobre el polvo leve,
buscaré en mi porfía,
hasta lograr que de mi afán cuitada,
cedas, y, con estrecho
lazo, tu sien en mi hombro reclinada,
sienta el latir de tu cansado pecho.