LA SIEGA DEL PAN.
"El trigo le dijo al centeno:
cañas vanas, cañas vanas,
mucho medras, poco granas.
El centeno al trigo dijo:
cállate tú, porretudo,
que a las faltas bien te ayudo."
Como en casi todas las faenas agrícolas había que madrugar y más en las faenas de verano, para llegar a la senara al salir el sol, siempre se trabaja mejor "por la fresca" antes que empiece "la calor". El sol alistano tampoco daba tregua, si acaso se levantaba algo de aire fresco que aliviaba momentáneamente la solanera, pero también los había rápidos y traidores que esparcían las gavillas que todavía no estaban atadas por toda la finca y hasta por el camino; a estos vientos o remolinos se le llamaban "brujas o balaburdias".
Con la cabeza bien protegida, los hombres con sombrero de pajas, boina o el sufrido moquero a cuadros azul o rojo y blanco anudado en las esquinas, las mujeres con el pañuelo negro (las más jóvenes de colores) y algunas con sombrero de pajas encima de él. También cubiertos brazos y piernas, (hoy día no se podría segar en pantalón corto ya que "las porretas" se clavarían en las piernas) las mujeres llevaban medias para protegerse; algunos hombres se ceñían una faja para proteger los "cuadriles".
Al pasar por el río se recogían los "encaños" que servían para hacer las "ataderas" con las que se ataban los manojos de trigo.
Se segaba en cuadrilla escalonada avanzando con tres "sucos" (surcos) a la vez, menos los rapaces que lo hacían con uno o dos. En la manada del primero ponía la suya el segundo "cuntrapiandu" (colocando en direcciones contrarias, una manada con la espiga hacia un lado, otra hacia el lado contrario; en el caso de ser centeno, todas las espigas en la misma dirección) así sucesivamente hasta componer una gavilla que varias juntas hacen un manojo.
A los rapaces se les encargaba de tender las "ataderas" o las "garañuelas" para, a "brazados" poner encima las gavillas y conformar el manojo que luego, un mayor, se encargaba de atar fuertemente hincando la rodilla para apretarlo.
Una vez segada toda la tierra se juntaban los manojos en montones, llamados "mornales" si eran de centeno, "morenas" si eran de trigo... y a segar otro quiñón.
Si la distancia era muy larga del pueblo se quedaban a dormir en la tierra para seguir al día siguiente con la segada si no de vuelta al pueblo para descansar después de "espachar la hacienda" el hombre y la mujer preparar la cena.
Si había tiempo y ganas se salía un rato al "poyo" de la puerta en la calle para tomar el fresco y contrastar con los vecinos la faena de la siega.
Durante la jornada de la siega apenas se paraba, solamente para hacer las numerosas comidas para reponer fuerzas y de paso reposar un poco. Se "tomaban las diez", que era una comida ligera, principalmente un poco de chorizo o tocino cortado a trozos con la navaja encima un"cacho de pan" y pasando de mano en mano el barril o el botijo. La comida en si, era al mediodía, ya sentados a la sombra, si la había y si no se hacía juntando unos manojos. Se componía de plato caliente que el ama iba a buscar a casa si la siega era cerca del pueblo, si no se llevaba hecha por la mañana. Solía ser en una cazuela de barro con fréjoles y patatas o de garbanzos, etc. acompañados con tocino, "pispiorno" (hueso de jamón), chorizo. La cazuela de barro se llevaba en una cesta de mimbre para que no se derramase y tapada con un paño, hasta que ya aparecieron las potas de porcelana rojas con tapa. Todo esto se trasportaba en el burro con las alforjas e incluso los "cuévanos" (serones o aguaderas).
Después una corta siesta para descansar y vuelta a la faena hasta media tarde cuando se paraba a "tomar las cinco" que era una rápida merienda, de pan, chorizo y navaja en mano para retomar fuerzas hasta la hora de la cena, ya en casa.
-"Segador, baja la mano; que la mies no es sólo grano".
-"A quien bien siega y mal ata, para buen segador algo le falta".
"El trigo le dijo al centeno:
cañas vanas, cañas vanas,
mucho medras, poco granas.
El centeno al trigo dijo:
cállate tú, porretudo,
que a las faltas bien te ayudo."
Como en casi todas las faenas agrícolas había que madrugar y más en las faenas de verano, para llegar a la senara al salir el sol, siempre se trabaja mejor "por la fresca" antes que empiece "la calor". El sol alistano tampoco daba tregua, si acaso se levantaba algo de aire fresco que aliviaba momentáneamente la solanera, pero también los había rápidos y traidores que esparcían las gavillas que todavía no estaban atadas por toda la finca y hasta por el camino; a estos vientos o remolinos se le llamaban "brujas o balaburdias".
Con la cabeza bien protegida, los hombres con sombrero de pajas, boina o el sufrido moquero a cuadros azul o rojo y blanco anudado en las esquinas, las mujeres con el pañuelo negro (las más jóvenes de colores) y algunas con sombrero de pajas encima de él. También cubiertos brazos y piernas, (hoy día no se podría segar en pantalón corto ya que "las porretas" se clavarían en las piernas) las mujeres llevaban medias para protegerse; algunos hombres se ceñían una faja para proteger los "cuadriles".
Al pasar por el río se recogían los "encaños" que servían para hacer las "ataderas" con las que se ataban los manojos de trigo.
Se segaba en cuadrilla escalonada avanzando con tres "sucos" (surcos) a la vez, menos los rapaces que lo hacían con uno o dos. En la manada del primero ponía la suya el segundo "cuntrapiandu" (colocando en direcciones contrarias, una manada con la espiga hacia un lado, otra hacia el lado contrario; en el caso de ser centeno, todas las espigas en la misma dirección) así sucesivamente hasta componer una gavilla que varias juntas hacen un manojo.
A los rapaces se les encargaba de tender las "ataderas" o las "garañuelas" para, a "brazados" poner encima las gavillas y conformar el manojo que luego, un mayor, se encargaba de atar fuertemente hincando la rodilla para apretarlo.
Una vez segada toda la tierra se juntaban los manojos en montones, llamados "mornales" si eran de centeno, "morenas" si eran de trigo... y a segar otro quiñón.
Si la distancia era muy larga del pueblo se quedaban a dormir en la tierra para seguir al día siguiente con la segada si no de vuelta al pueblo para descansar después de "espachar la hacienda" el hombre y la mujer preparar la cena.
Si había tiempo y ganas se salía un rato al "poyo" de la puerta en la calle para tomar el fresco y contrastar con los vecinos la faena de la siega.
Durante la jornada de la siega apenas se paraba, solamente para hacer las numerosas comidas para reponer fuerzas y de paso reposar un poco. Se "tomaban las diez", que era una comida ligera, principalmente un poco de chorizo o tocino cortado a trozos con la navaja encima un"cacho de pan" y pasando de mano en mano el barril o el botijo. La comida en si, era al mediodía, ya sentados a la sombra, si la había y si no se hacía juntando unos manojos. Se componía de plato caliente que el ama iba a buscar a casa si la siega era cerca del pueblo, si no se llevaba hecha por la mañana. Solía ser en una cazuela de barro con fréjoles y patatas o de garbanzos, etc. acompañados con tocino, "pispiorno" (hueso de jamón), chorizo. La cazuela de barro se llevaba en una cesta de mimbre para que no se derramase y tapada con un paño, hasta que ya aparecieron las potas de porcelana rojas con tapa. Todo esto se trasportaba en el burro con las alforjas e incluso los "cuévanos" (serones o aguaderas).
Después una corta siesta para descansar y vuelta a la faena hasta media tarde cuando se paraba a "tomar las cinco" que era una rápida merienda, de pan, chorizo y navaja en mano para retomar fuerzas hasta la hora de la cena, ya en casa.
-"Segador, baja la mano; que la mies no es sólo grano".
-"A quien bien siega y mal ata, para buen segador algo le falta".