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LA NUEZ DE ARRIBA: Emiliano Nebreda, con los dos ejemplares de su publicación....

Emiliano Nebreda, con los dos ejemplares de su publicación.

Pocas personas han tenido la oportunidad de visitar todos lo pueblos de la provincia de Burgos, y Emiliano Nebreda es uno de ellos. Su obra compuesta por dos volúmenes, «Amo a mi pueblo», es testimonio de ello, y ya va por la segunda edición tras la presentación que tuvo lugar el pasado 6 de febrero en la Diputación de Burgos.

«Amo a mi pueblo» recorre 1.175 enclaves burgaleses y ofrece datos como el arte de sus iglesias, la población o la historia que les precede. Un trabajo meticuloso y exhaustivo que ha supuesto toda una aventura para Emiliano, quien empezó a recopilar datos hace décadas. «Empecé a hacer fotografías de las iglesias de los pueblos hace años, cuando no se me pasaba por la cabeza escribir ningún libro, hasta que una vez que las tuve todas hechas me pregunté “ ¿y ahora que hago con todo esto?” Recopilar las imágenes de todas las iglesias de Burgos ya se había realizado anteriormente, así que decidí abordar el conocimiento de los pueblos». Emiliano empezó a fotografiar las iglesias y pueblos en 1973, y después, todos los domingos por la tarde aprovechaba para recorrer toda la provincia. Pero fue en 1997 cuando empezó a recoger datos, tarea que le llevó siete años. «Como solo utilizo los tiempos libres, los años se fueron alargando sin que me diese cuenta». Para hacerse con todas estas referencias, «sacaba tiempo los miércoles por la mañana, que era mi día medio libre, para mirar en las bibliotecas, y también recogía los datos curiosos que aparecían en la prensa».

Emiliano cuenta con humor que esta tarea le ha llevado a conocer Burgos de tal manera que ya se sabe «hasta los baches que hay al llegar a cada pueblo». También explica que hay pueblos cuya plasmación en el libro ha sido más complicada de abordar que otros, como los del Valle del Mena, pues se trataban más bien de «caseríos sin iglesia o son barrios de otro pueblo». Además, ha habido uno que le ha sido especialmente dificultoso, no solo por el acceso, ya que había que subir a pie, «sino porque encima me pilló lloviendo a cántaros. Este pueblo es Opio de Mena. Es un lugar solitario y al que solo se puede subir con un todoterreno».