Éste era, hace ya muchos años, el lugar favorito de las comidas campestres, sobre todo si había que echar los reteles al río. Hoy aquellos cangrejos pasaron a la historia y el lugar ha quedado solitario y un poco asilvestrado, pero conservando en todo su esplendor su belleza estática y muda. ¡Ya no se oyen los gritos de los niños! ¡Ah!, pero hoy aquí se mastica el silencio, y eso también es importante.