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LA NUEZ DE ARRIBA: Libros, como El Amante de Lady Chatterley, se vieron...

El fisiólogo Theodor von Bischoff investigó sobre el peso de cerebros humanos. Tras años de acumular datos observó que el peso medio del cerebro del hombre era 1350 gramos, mientras que el promedio para las mujeres era de 1250 gramos. Durante toda su vida se basó en este hecho intentando presentar a la mujer como un ser de menores capacidades intelectuales que el hombre. A su muerte donó su propio cerebro para el estudio. El análisis indicó que pesaba 1245 gramos.

El general Patton, héroe militar estadounidense de las dos guerras mundiales, sostenía que había vivido otras vidas anteriores, en las que luchó en la guerra de Troya, en las legiones de César, contra Atila, en las Cruzadas y en el ejército de Napoleón. Sintiéndose invulnerable, lo demostraba avanzando a cuerpo descubierto al frente de sus tropas. Aseguró que no fallecería hasta que no hubiera acabado victoriosamente la guerra. Así ocurrió: tres meses después de la rendición de Japón, un tanque de la marca Sherman, e irónicamente del modelo Patton, con los frenos rotos, aplastaba su Jeep en la ciudad alemana de Heidelberg, causándole graves heridas que le provocaron una embolia fatal.

La emperatriz Irene fue proclamada basilisa cuando ganó un concurso de belleza. Se buscó por todo el imperio a las muchachas más bonitas para que una de ellas fuese elegida por el emperador como su esposa. Ganó Irene, que contrajo matrimonio con el emperador León IV, al que dio un hijo llamado Constantino. Cuando Irene quiso gobernar Bizancio en lugar de su hijo, éste se opuso, e Irene destronó a su hijo y le hizo sacar los ojos.

Libros, como El Amante de Lady Chatterley, se vieron marcados desde su concepción. David Herbert Lawrence ya padecía de tuberculosis cuando se le ocurrió escribir la novela en la cual una bella aristócrata traiciona a un esposo paralítico con un guardabosques. Lawrence escribía a ratos, y muchas páginas del manuscrito se vieron manchadas por la sangre que escupía. A la hora de ver su manuscrito typeado, una mecanógrafa se rehusó a seguir copiando "semejantes porquerías". A la hora de publicar la obra, ningún editor quiso hacerlo, hasta que en Italia consiguió que un impresor lo editara.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Se dice que Niccolò Paganini, en ocasiones, tocaba con cuerdas de violín gastadas para que se rompiesen en mitad de una interpretación y así poder demostrar su virtuosismo en tal situación extrema. Su calidad ténica era fruto de un constante ejercicio que llegó a deformar tanto sus manos que, extendidas, medían cada una 45 cm. Aficionado al juego, a veces, las ganancias del concierto que ejecutaría por la tarde se la jugaba por la mañana, y su violín aparecía en la casa de empeño hasta cinco minutos ... (ver texto completo)