Las
ruinas de la
ermita de
San Andrés se resisten a desaparecer. A pesar de su deterioro, ahí sigue testigo de nuevos tiempos, pero mirando a los mismos horizontes que en el siglo XIII; al sur, la imponente
iglesia, al norte los viñedos de
Bodegas Buezo, al este la
Sierra de las Mamblas y a sus pies las bodegas típicas de la localidad, que los vecinos llaman ‘el campillo’. Es un
paisaje del que siempre ha estado enamorado el que hoy es alcalde de
Mahamud, Jorge Ortega, que cuenta con una explotación ganadera en el
pueblo donde quiere vivir. Por eso y porque es amante del patrimonio ha
comprado la ermita al Arzobispado y se ha hecho también con varias
fincas que la rodean para poder acondicionar los accesos. Jorge Ortega se ha empeñado en rehabilitar la ermita como vivienda particular porque entiende que es la manera de salvar ese patrimonio local que fue tan importante en la Edad Media e impedir que acabe por hundirse completamente, ya que parcialmente se vino abajo una vez que se dejó de usar.
Y es que entre sus usos ‘modernos’ ha estado el de servir de
granero del antiguo Senpa, y también almacén. Y mientras se utilizaba, añade el alcalde, "al menos se mantenía en pie", pero en los últimos 25 años se ha ido desplomando a la vista de los vecinos que pasean o residen por la zona. Ante esta realidad, Ortega se interesó por el inmueble hace ya una docena de años, primero sin intención de rehabilitarla como
casa, sino de protegerla. Así se puso en contacto con el Arzobispado y con la corporación municipal de aquel momento. Nadie parecía interesado en San Andrés, ni recuperarlo para usos sociales o culturales, así que finalmente la adquirió él por una cuantía que pasa a ser de la
parroquia. Fue en marzo del año pasado y aún no era alcalde de Mahamud. Ahora, mientras el
Ayuntamiento tramita la pertinente autorización de uso excepcional de suelo rústico y licencia urbanística para su rehabilitación como vivienda, el arquitecto José María Manero trabaja en el diseño de la vivienda, que mantendrá, tal y como desea su dueño, su planta original, que es trapezoidal, simulando un ataúd. Por lo tanto, la idea de su propietario no pasa por tirar las paredes y empezar de nuevo el
edificio, que podría hacerlo ya que no tiene protección alguna, sino que pretende no solo mantener esos muros originales, de adobe en su mayor parte, en la medida que se pueda, sino dejar los elementos singulares que aún perduran, como el
arco de entrada.
A mayores, su intención es recuperar el típico
soportal de acceso al templo que estaba sujeto por tres
columnas, tal y como muestra la recreación que hace unos años realizó la Universidad de
Valladolid en un estudio que llevó a cabo sobre una ermita que fue
capilla funeraria de don Sancho Sánchez Carrillo. El levantamiento analítico de los restos del edificio permitió conocer las estructuras y
fábricas medievales, lo que, unido al análisis de la documentación y bibliografía sobre el edificio y sobre los elementos muebles que históricamente adornaron el edificio, permitió elaborar una hipótesis tanto del edificio como del tratamiento pictórico de sus muros, así como de la disposición de los sepulcros y elementos muebles que constituían el conjunto funerario. Jorge Ortega pretende ser lo más respetuoso posible con la
arquitectura del inmueble y con su
historia, pero adecuando los espacios a las necesidades de la nueva vivienda y del siglo actual. La planta de la ermita es en forma de trapecio, con una zona más estrecha que va ganando metros a medida que se aproxima al lado opuesto, y tiene una superficie de 150 metros cuadrados en total. Así, en el nuevo proyecto, habrá dos zonas diferenciadas. En la parte derecha del arco de entrada, el regidor pretende mantener la altura original, por lo que será la que dedique a un espacioso
salón, aunque tendrá que abrir
ventanas en la
fachada sur que originalmente no había, pero que evidentemente es la que dará luminosidad a la sala. En la parte izquierda el arco se doblará en dos alturas, porque en planta baja se ubicará la cocina, baño y una habitación, y en la superior el resto de habitaciones. Ahí se abrirá algún
ventanal grande, de forma que quede perfectamente diferenciada la parte nueva de la vieja estructura, siguiendo también criterios de rehabilitaciones de viejos inmuebles, como, según señala el alcalde, se realizó en
Burgos en el
monasterio de San Agustín, de tal manera que convivan pasado y presente en el edificio. La ermita fue construida a finales del XIII como iglesia particular y lugar de enterramiento del noble Sancho Sánchez Carrillo. Fue redecorada en siglos posteriores, pero su aspecto original se conservó en su extremo oriental, utilizado como sacristía. Su mayor tesoro es un conjunto de pinturas sobre tabla conservadas en el Museu Nacional d’Art de Catalunya de
Barcelona.