No importa el desenfoque, la reconocería entre miles, ninguna otra
iglesia participa de ese inconmensurable e interminable ir de las espesas nubes sobre el el relieve de su
paisaje, dejando tras ellas el gran espectáculo de luces y
sombras que hace que jamás un día sea igual al anterior. Cuando la miro, puedo sentir el olor a trigo recién segado y el calor del mismo cuando me tumbo sobre él, al tiempo voy serenandome al contemplar durante horas allí, en el horizonte, donde en el
campo de trigo se
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