Puestos a contar anécdotas de aquellos tiempos, de pueblos pequeños donde el cura era si no amo si el señor. El monago era el que con sus travesuras trataba de ser la oposición del poder, bebiéndoles el vino, a haciendo teatrillo con sus ropas. Yo no era monaguillo pero tenía colegas que lo eran, y solía acompañarlos. Disponían los monagos de una hucha de madera, reliquia de tiempos inmemoriales, en ella depositaban las propinas que los daban en entierros bodas o bautizos, propinas que a fina de año se repartían. Es el caso y la coincidencia que inesperadamente entramos, un monaguillo y yo en la sacristía, y pillamos al cura sacando las monedas de la hucha con una varilla de tejer. En este caso la travesura la estaba haciendo el cura.