A pesar de los restos prehistóricos encontrados hasta ahora en la comarca, los orígenes del actual poblamiento se pueden situar en el yacimiento arqueológico de Arce-Mirapérez. Allí se asentó el poblado celtibérico de Deóbriga, núcleo de autrigones, cuyo castro fue romanizado y pasó a ser la ciudad que controlaba el entorno. Por este lugar pasaba la calzada
romana Iter XXXIV, de Astorga a Burdeos, lo que nos indica su privilegiada situación. Otros restos
romanos se encuentran en la Villa de Cabriana, compartida hoy por las provincias de
Burgos y
Álava.
Con la caída del Imperio
Romano en Occidente, se dispersa el poblamiento. Los habitantes de Deóbriga pudieron asentarse en Revenga (cercano al yacimiento) y en el Cerro de la
Picota, a cuyos pies se ha desarrollado la actual cuidad de Miranda. Este primitivo núcleo fue, durante las épocas visigoda y musulmana, un "castella" que dominaba el territorio circundante, al ser un punto elevado desde el que se controlaba una amplia vega del
río Ebro.
En las Crónicas de Alfonso III aparece por primera vez el nombre de Miranda. Cuenta que Alfonso I y su hermano Fruela, en el s. VIII, desestructuraron varias civitates, entre ellas Revenga y la propia Miranda. Querían crear un desierto estratégico para refugiar el Reino astur al norte de la Cordillera Cantábrica.
Durante dos siglos la zona fue testigo de múltiples enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, para intentar los primeros cerrar el portillo del Ebro y evitar las incursiones islámicas en la primitiva Castilla. Uno de los episodios en tierras mirandesas fue la batalla en el paso de La Morcuera, en 865, con derrota cristiana.
Cuando hubo una mayor estabilidad en la comarca, el conde García Ordóñez repobló Miranda en el s. IX. En 804 se creo la diócesis de Valpuesta, a la que la zona de Miranda quedó adscrita. En esta cercana sede episcopal encontramos las manifestaciones en lengua castellana más antiguas que se conocen.
La privilegiada situación de Miranda hará que crezca con mayor rapidez. Un hecho destacado será la llegada de peregrinos por el
Camino de Santiago. El primitivo núcleo baja al llano, creando el
barrio de Aquende, y salta a la otra orilla del Ebro, generando el barrio de Allende. El
puente sobre el Ebro será un punto fundamental de comunicación. Por ello, en 1099, el rey Alfonso VI de
Castilla y León concederá el Fuero de Miranda, que le dotará de privilegios, como el de ser único lugar para cruzar el Ebro hasta Logroño. Le otorga derechos sobre un amplio territorio circundante, que le va a dar importancia comercial y judicial, al hacer juraderas las
iglesias de
San Martín (derecha del Ebro o Aquende) y San Nicolás (izquierda del Ebro o Allende)
Otros privilegios destacados serán las concesiones de la
Feria de Mayo por Alfonso X, en 1254, y la Feria de Cuaresma (marzo) por Alfonso XI en 1332, lo que remarcará el carácter comercial de la villa. Esta actividad económica propició la creación de una de las más importantes aljamas judías de la Península. La
judería mirandesa sufrió las iras del futuro Enrique II de Trastámara, en lucha contra Pedro I. La sinagoga de Miranda fue entregada al concejo mirandés para establecer su sede, mediante un privilegio de los Reyes Católicos, una vez expulsados los judíos de Castilla.
Miranda se situaba en el límite entre las diócesis de Burgos y Calahorra. Por ello, las iglesias de Aquende pertenecían cada año a una de las citadas sedes, mientras Allende permanecía en manos del obispo calagurritano. En 1371 la villa pasa a formar parte del señorío de la ciudad de Burgos, lo que generará varias tensiones entre ambos concejos.
En el s. XIV el Conde Don Tello, hermano de Enrique II, fortifica la
iglesia románica de
Santa María, en el Cerro de La Picota. Pero serán los Condes de Salinas, Pedro de Sarmiento y su hijo Diego, los que construyan el
castillo de Miranda, en rivalidad con los habitantes de la villa.
El s. XVI será una época próspera para Miranda, con una mayor actividad artística y comercial, sobresaliendo los escultores Pedro López de Gámiz y Diego Marquina, creando un foco de
escultura romanista muy destacado. Lo mismo sucederá en el s. XVIII, con la instalación de incipientes talleres y
fábricas. También se darán reformas urbanísticas, en especial debido a las riadas, como la que en 1775 se llevó el antiguo puente, en donde se encontraba el
Arco del concejo. Esto supuso la construcción del actual
ayuntamiento, supervisado por Ventura Rodríguez.
Fue importante el papel estratégico de Miranda en las guerras sucedidas en el s. XIX. Con anterioridad, en 1795, se retuvo en la villa el avance de las tropas de la Convención Francesa. También los franceses realizaron saqueos durante la Guerra de la Independencia, e intentaron ocupar la villa tras su derrota en la Batalla de Vitoria. José Bonaparte firmó el decreto de utilización de la moneda francesa en
España en el castillo mirandés.
También fue importante el papel llevado a cabo en las Guerras Carlistas, destacando la ejecución del general carlista Carnicer, y el asesinato del General isabelino Ceballos a manos de sus propias tropas, acantonadas en Miranda.
Pero sin duda, el hecho fundamental fue la llegada del ferrocarril en 1864. En suelo mirandés se creó la
estación que unía las líneas de
Madrid- Irún y la de Tudela- Bilbao. Esto trajo consigo un gran crecimiento poblacional y un enorme auge de la industria y el
comercio. El desarrollo urbanístico siguió los designios de Federico Keller (inspirado en el plano ortogonal de Cerdá en
Barcelona) y la villa saltó las
murallas medievales para transformarse en una urbe industrial. En 1907, el rey Alfonso XIII concede a Miranda el título de Ciudad.
El enorme desarrollo se prolongó durante todo el s. XX. En los años 20 se abrió la Azucarera Leopoldo. Como hecho destacado, durante el periodo comprendido entre 1937 y 1947, permaneció abierto el
Campo de Concentración, creado durante la Guerra Civil por el régimen del general Franco, y que fue el que más tiempo se mantuvo activo en España. Tras el conflicto bélico se crearon industrias importantes, como la papelera F. E. F. A. S. A.
Miranda de Ebro es hoy la segunda ciudad en importancia de la provincia, por detrás de la capital. Su crecimiento se vio frenado en los ochenta por la crisis industrial. Tras unos años de estancamiento, se está recuperando a la espera de nuevos proyectos de futuro, con la intención de reorientar y mejorar sus redes económicas, basados en su buena situación estratégica y su
tradición como ciudad industrial y de servicios. Desde 1992 Miranda se encuentra hermanada con la ciudad francesa de Vierzon.
El origen del nombre no está del todo claro; mientras que algunos autores aseguran que el nombre de Miranda tiene un origen celta, derivado de la raíz Mira, otros creen que proviene del latín y cuyo significado sería "la que hay que admirar". El apelativo de Ebro, como cabía imaginar, hace referencia a su situación junto a las orillas de dicho río.
Aunque, según el profesor Guillermo Tejada, es un nombre latino-romance
medieval para designar un puesto vigía o vigilante - (para "mirar")- junto al, y en el
valle del, río Ebro. De ahí su nombre, "Miranda de (l) Ebro".