MIRAVECHE. Aquí mando la primera foto de nuestro pueblo, y que mejor que con una vista panorámica sacada el 30 de Agosto de 2006 desde “La Revilla”, es una vista estupenda para divisar el pueblo y a sus espaldas los Montes Obarenes, entre los que destacan en ésta foto, Castracuño a la izq. y a la dch. el pico la Amaya.
Para empezar diré que mis padres nacieron aquí y se vinieron a Vitoria para trabajar y poco después residir. Yo junto con mis cuatro hermanos nacimos en la capital, dónde residimos actualmente. Os cuento que tengo muchos y gratos recuerdos, los mejores años de mi vida, he veraneado muchos años y puedo decir a estas alturas que lo llevo en la sangre y que me tira mucho el pueblo, cada vez que voy me encuentro a gusto conmigo mismo, me gusta andar por el pueblo, hablar con la gente mostrándome contento de verlos, ir al monte como solía ir con mi padre, sentarme en lo mas alto del monte, contemplar la bureba y empezar a recordar. Año tras año sigo haciendo lo mismo aunque con el paso del tiempo echemos en falta a esas personas que nos vieron crecer, a esas imágenes plasmadas en muchos rincones del pueblo, a las labores que antes se desempeñaban y que con el paso del tiempo han desaparecido por las nuevas tecnologías. Y cuantas veces me he parado a pensar la de generaciones que hablan contemplado esa estampa que son los Montes Obarenes. Es curioso ver como pasa la vida para muchos de los que conocemos, como cambia el pueblo y esos montes siguen ahí, casi intactos, en fin.
Mis primeros recuerdos empiezan en el verano de 1976 dirigiéndonos al pueblo en una furgoneta DKW con todos los bártulos típicos para una familia numerosa. Nuestra residencia era una casa en alquiler, lo que más destacaba era un gallinero en la planta baja y una higuera en la fachada principal, el sonido de las gallinas y del gallo al amanecer junto con el olor de la higuera es algo que nunca se te olvida, al igual que los desayunos con la leche de vaca recién ordeñada, de los quesos Vadillo que se compraban en la fábrica de Briviesca elaborados con la leche de los pueblos de la bureba, que decir del chorizo, la morcilla, el tocino de la matanza, era toda una experiencia en cuanto a olores y a sabores. Respecto a la casa, hoy en día sigue en pie junto con la misma higuera, cuando voy a Miraveche suelo visitar los exteriores y meter la cabeza en la puerta de la entrada, todo sigue igual. Como anécdota diré que por las noches cuando me asomaba por la ventana con el cielo estrellado y miraba hacía el suelo se divisaban muchas luciérnagas allí, y en todo el pueblo, desde entonces no he visto ninguna. Años más tarde mis padres se hicieron una casa y se compraron un Renault 12 familiar, como somos cinco hermanos, yo siempre iba en el maletero entre las maletas y las bolsas, menudo espectáculo para los curiosos y no te digo en el pueblo. Las idas eran mas frecuentes, a mi padre le encantaba ir, hacer senderismo por los montes, siempre traía algo en las manos, era infatigable. Con él se fueron muchas anécdotas que la gente del pueblo te cuenta, tenía 55 años cuando murió en 1993, hacía un año que se había jubilado, le tocaba disfrutar, vivir y que mejor que en su pueblo, su tierra y sus montes.
Mi padre y yo junto con mis tíos, dos de ellos solteros y residentes allí, ayudábamos con las labores del campo, la gozaba cosechando, recogiendo fardos (era aquí donde llegue a conducir un tractor), bajar leña del monte para el invierno, limpiar la cuadra, extender paga limpia y dar de comer a las vacas, ver a mi tío ordeñar y esperar al lechero para la recogida del cántaro, lo mismo con las gallinas, los cerdos y algún cordero, regar la huerta y lo que fuera, alguna vez íbamos a la matanza del cerdo en invierno. Siempre estaba en medio, muchas tardes ayudaba a mi amigo Dani a dar de comer al ganado y alguna mañana a sacar la mierda de la cuadra y llevarla en carretilla a la era, también solía acompañarle por las calles del pueblo con su trompetilla para echar el bando, el pregonero o alguacil nombre que recibía, leía en voz alta algún aviso de la alcaldía o anunciaba la llegada de algún vendedor ambulante a cambio de una propina, que recuerdos. Me acuerdo que mi tío me daba 8 pesetas para comprarle un paquete de celtas cortos y sin boquilla en la taberna de Rosendo e Inés. Luego vino la cuadrilla de chicos y de chicas, el tonteo, el primer beso, el primer cigarrillo (me tuve que sentar en el suelo), las borracheras (también había que ir al suelo), las bicis, los bolos, las palas en el frontón, el juego de “tres navíos en el mar” que se hacía de noche, con mucha participación en todos ellos. Destaco también las visitas a otros pueblos de alrededor en bici, los campeonatos de fútbol en un descampado de Silanes compitiendo entre pueblos, los baños en el pilón de la Antanilla, las caminatas a los pueblos en fiestas entre ellos Silanes por la loma, Cubo, Cascajares, recorridos divertidísimos y sin faltar las carcajadas. A mis grandes y querid@s amig@s, Dani “Cochino” nació el mismo día y año que yo, Elena, Ramón, Juanjo “El Moreno”, Raquel, Nuria, Raquelina, Inés, Merche, Roberto “Coleto”, Pirulo, Javi “Chino”, Luís, Agus, Alex, Arantza, Almudena, Mónica, Jordi, Ana, Marian, Roberto, Alejandro, Rosa, todos han sido partícipes de nuestra juventud. Aún sigo guardando las cartas de la pandilla fechadas desde 1982 a 1987, un tesoro impreso. Por aquel entonces me llamaban Juanjo “El Rubio”. Lo que más me apena hoy en día es no tener ni una foto de todas esas experiencias, algo que ilusionaría a cualquiera de nuestra pandilla. Ahora dispongo de cientos de fotos, de todas las vistas panorámicas del pueblo, de la iglesia, de las calles y de la gente del pueblo. Solo me falta volar para sacarlas a vista de pájaro.
Seguiré enviando fotos y sus respectivos comentarios. Si alguien quiere ponerse en contacto conmigo aquí dejo mi e-mail: juanjo. el. rubio@gmail. com
Para empezar diré que mis padres nacieron aquí y se vinieron a Vitoria para trabajar y poco después residir. Yo junto con mis cuatro hermanos nacimos en la capital, dónde residimos actualmente. Os cuento que tengo muchos y gratos recuerdos, los mejores años de mi vida, he veraneado muchos años y puedo decir a estas alturas que lo llevo en la sangre y que me tira mucho el pueblo, cada vez que voy me encuentro a gusto conmigo mismo, me gusta andar por el pueblo, hablar con la gente mostrándome contento de verlos, ir al monte como solía ir con mi padre, sentarme en lo mas alto del monte, contemplar la bureba y empezar a recordar. Año tras año sigo haciendo lo mismo aunque con el paso del tiempo echemos en falta a esas personas que nos vieron crecer, a esas imágenes plasmadas en muchos rincones del pueblo, a las labores que antes se desempeñaban y que con el paso del tiempo han desaparecido por las nuevas tecnologías. Y cuantas veces me he parado a pensar la de generaciones que hablan contemplado esa estampa que son los Montes Obarenes. Es curioso ver como pasa la vida para muchos de los que conocemos, como cambia el pueblo y esos montes siguen ahí, casi intactos, en fin.
Mis primeros recuerdos empiezan en el verano de 1976 dirigiéndonos al pueblo en una furgoneta DKW con todos los bártulos típicos para una familia numerosa. Nuestra residencia era una casa en alquiler, lo que más destacaba era un gallinero en la planta baja y una higuera en la fachada principal, el sonido de las gallinas y del gallo al amanecer junto con el olor de la higuera es algo que nunca se te olvida, al igual que los desayunos con la leche de vaca recién ordeñada, de los quesos Vadillo que se compraban en la fábrica de Briviesca elaborados con la leche de los pueblos de la bureba, que decir del chorizo, la morcilla, el tocino de la matanza, era toda una experiencia en cuanto a olores y a sabores. Respecto a la casa, hoy en día sigue en pie junto con la misma higuera, cuando voy a Miraveche suelo visitar los exteriores y meter la cabeza en la puerta de la entrada, todo sigue igual. Como anécdota diré que por las noches cuando me asomaba por la ventana con el cielo estrellado y miraba hacía el suelo se divisaban muchas luciérnagas allí, y en todo el pueblo, desde entonces no he visto ninguna. Años más tarde mis padres se hicieron una casa y se compraron un Renault 12 familiar, como somos cinco hermanos, yo siempre iba en el maletero entre las maletas y las bolsas, menudo espectáculo para los curiosos y no te digo en el pueblo. Las idas eran mas frecuentes, a mi padre le encantaba ir, hacer senderismo por los montes, siempre traía algo en las manos, era infatigable. Con él se fueron muchas anécdotas que la gente del pueblo te cuenta, tenía 55 años cuando murió en 1993, hacía un año que se había jubilado, le tocaba disfrutar, vivir y que mejor que en su pueblo, su tierra y sus montes.
Mi padre y yo junto con mis tíos, dos de ellos solteros y residentes allí, ayudábamos con las labores del campo, la gozaba cosechando, recogiendo fardos (era aquí donde llegue a conducir un tractor), bajar leña del monte para el invierno, limpiar la cuadra, extender paga limpia y dar de comer a las vacas, ver a mi tío ordeñar y esperar al lechero para la recogida del cántaro, lo mismo con las gallinas, los cerdos y algún cordero, regar la huerta y lo que fuera, alguna vez íbamos a la matanza del cerdo en invierno. Siempre estaba en medio, muchas tardes ayudaba a mi amigo Dani a dar de comer al ganado y alguna mañana a sacar la mierda de la cuadra y llevarla en carretilla a la era, también solía acompañarle por las calles del pueblo con su trompetilla para echar el bando, el pregonero o alguacil nombre que recibía, leía en voz alta algún aviso de la alcaldía o anunciaba la llegada de algún vendedor ambulante a cambio de una propina, que recuerdos. Me acuerdo que mi tío me daba 8 pesetas para comprarle un paquete de celtas cortos y sin boquilla en la taberna de Rosendo e Inés. Luego vino la cuadrilla de chicos y de chicas, el tonteo, el primer beso, el primer cigarrillo (me tuve que sentar en el suelo), las borracheras (también había que ir al suelo), las bicis, los bolos, las palas en el frontón, el juego de “tres navíos en el mar” que se hacía de noche, con mucha participación en todos ellos. Destaco también las visitas a otros pueblos de alrededor en bici, los campeonatos de fútbol en un descampado de Silanes compitiendo entre pueblos, los baños en el pilón de la Antanilla, las caminatas a los pueblos en fiestas entre ellos Silanes por la loma, Cubo, Cascajares, recorridos divertidísimos y sin faltar las carcajadas. A mis grandes y querid@s amig@s, Dani “Cochino” nació el mismo día y año que yo, Elena, Ramón, Juanjo “El Moreno”, Raquel, Nuria, Raquelina, Inés, Merche, Roberto “Coleto”, Pirulo, Javi “Chino”, Luís, Agus, Alex, Arantza, Almudena, Mónica, Jordi, Ana, Marian, Roberto, Alejandro, Rosa, todos han sido partícipes de nuestra juventud. Aún sigo guardando las cartas de la pandilla fechadas desde 1982 a 1987, un tesoro impreso. Por aquel entonces me llamaban Juanjo “El Rubio”. Lo que más me apena hoy en día es no tener ni una foto de todas esas experiencias, algo que ilusionaría a cualquiera de nuestra pandilla. Ahora dispongo de cientos de fotos, de todas las vistas panorámicas del pueblo, de la iglesia, de las calles y de la gente del pueblo. Solo me falta volar para sacarlas a vista de pájaro.
Seguiré enviando fotos y sus respectivos comentarios. Si alguien quiere ponerse en contacto conmigo aquí dejo mi e-mail: juanjo. el. rubio@gmail. com