En el norte de
España, hay que tener cuidado al caminar por ciertas aceras en
invierno, pues te puede «caer un chuzo de punta» (literalmente). Los carámbanos que cuelgan de los
aleros de las
casas son llamados chuzos (de hielo), por su analogía con la punta del chuzo, un arma
medieval. Su forma no es un cono perfecto, presentan una ligera curvatura y también rugosidad. Los físicos Antony Chen y Stephen Morris de la Universidad de Toronto,
Canadá, han estudiado en laboratorio el crecimiento de los carámbanos bajo condiciones controladas y han descubierto que la rugosidad tiene su origen en las impurezas del
agua. Usando agua destilada, los chuzos tienen forma cónica casi perfecta; sin embargo, la adición de impurezas reduce la tensión superficial (actúan como agentes tensioactivos) y aparecen ondas en el diámetro del carámbano que provocan la rugosidad de su forma exterior. Bastan concentraciones de diez partes por millón, pues su efecto en el crecimiento está controlado por una inestabilidad no lineal (asociada al subenfriamiento)