Cada visita, cada misa, cada parpadeo se impregna de bichos silenciosos y grandiloquentes en su
arquitectura. Sumergidos en su silencio pétreo estos originales antropomorfos observan con quietud diseñada desde sus
capiteles el ir y venir de lo que acontece, de quien entra y sale, de los que allí van y estuvieron y no creo que sea por magia divina sino más bien porque el humano también reconoce la grandeza de lo suyo y lo adorna, como en este caso, con capiteles floreados y exuberante
flora para que resulte más deslumbrante lo existencial y lo eterno como tributo y con
arte a nuestras vidas.....