Entre los aires rigurosos, humedos y secos, con la mezcla de aromas de tus
campos, cultivados con las manos recias y nobles, por aquellos que un día diste tu bendición, Te conservas, fuerte, admirable, bella y deseosa.
Suerte para cuantos diariamente te pueden contemplar y recibir en sus rostros los mismos rayos del sol que te hacen, si cabe, tu figura aún más hermosa, y que en los días de
fiesta, o menos fiesta, escuchan la llamada tan fuerte e inconfundible: la voz de tus
campanas.
Suerte
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