Y nos reunía a todos los niños, a los más pequeños, haciendo corro con él en medio junto a la pizarra, el encerado situado en un ricón de la
escuela. Y con el puntero en la mano nos hacía repetir en voz alta la tabla de la multiplicación, las operaciones para la suma, la resta, la división... Con el puntero en la mano, digo, que no solo se detenía en la pizarra sino que en alguna ocasión se desviaba con golpe certero hacia quien, distraído o enfrascado en cuchicheos, no prestaba atención a sus explicaciones.
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