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Casas tomadas por la naturaleza con rejas separadores de la propiedad, OPIO

Opio es un pueblo deshabitado que se encuentra en lo más recóndito del valle de Mena, enclavado en el interior de un tupido bosque, alejado de todas las rutas de comunicación, a considerable altura y en un terreno desigual.
Al decir de algunos historiadores, su curioso nombre parece provenir del latín “Oppidum”, significando fortaleza.
Lo poco que queda de Opio y que conforma el lugar, son unas pocas casas y su iglesia, actualmente devorada por la vegetación, que estuvo dedicada a San Bartolomé.
Opio un día se agotó, debido a las malas comunicaciones que padecía el pueblo y la falta de servicios básicos. No tenía escuela y los niños iban todos los días a la de Santecilla. El último vecino de avanzada edad, vivió en soledad en el pueblo hasta que se marchó con su familia al País Vasco en el 2005.
Un sacerdote de un pueblo cercano, quiso organizar un proyecto de desintoxicación para personas con drogodependencia, creando una escuela-taller en su iglesia, que finalmente se truncó por el rechazo de algunos vecinos.
Actualmente alguna de las casas se han recuperado por algunos descendientes de los que se marcharon, como lugar de ocio y tranquilidad.