En el corazón de la burgalesa comarca de La Bureba y no muy lejos del venerado
santuario de Santa Casilda, la localidad de
Piérnigas alza su
caserío en una zona en la que predominan los fértiles
campos de cereal. A un poco más de un kilómetro del
pueblo se descubre la
ermita de
San Martín. Además de por su aislamiento este original templo
románico, fechado entre finales del siglo XII y principios de la siguiente centuria, llama la atención por la pureza y sobriedad de su
arquitectura y por la total ausencia de cualquier elemento escultórico o decorativo.
Posible origen Templario
Este aire sobrio y de indiscutible aspecto
militar, además de la repetición en los sillares de la Pata de Oca habitual marca de cantería del Temple, han hecho pensar a algunos investigadores —entre ellos el prestigioso sacerdote burgalés Luciano Huidobro— en que fuera una
iglesia dentro de la órbita de la Orden de los Templarios.
Antiguo despoblado
Para algunos investigadores la ermita de San Martín es el único resto conservado del despoblado de Villaverde que, al igual que Piérnigas, estuvo casi siempre bajo la órbita del cercano y poderoso
monasterio de San Salvador de Oña. Incluso en un documento del citado cenobio benedictino, fechado el 26 de agosto de 1066, el rey Sancho II de Castilla otorga a su abad, el futuro San Íñigo, el derecho a poblar la villa de ‘Pernecas’.
Robusta apariencia
Quizá por la total ausencia de elementos decorativos o por la robustez de su
fábrica, realizada con bien labrados sillares de arenisca rojiza, la ermita de San Martín de Piérnigas tiene una personalidad propia que la distingue del resto del foco románico de La Bureba. También contribuye su aislamiento y la original cubierta realizada a base de lastras de
piedra.
Juego de volúmenes
La ermita, por sus dimensiones es toda una iglesia, presenta planta basilical de una sola nave con la tradicional cabecera dividida en tramo recto y
ábside semicircular. Es muy llamativo el juego de volúmenes producido por los verticales contrafuertes prismáticos que separan los distintos tramos de la nave y los escalonados que separan los distintos paños del ábside.
Espadaña y cubierta pétreas
El conjunto de repetidos contrafuertes genera un buscado efecto óptico de verticalidad que hace parecer al templo bastante más alto de lo que es en realidad. Otro elemento arquitectónico que contribuye a ello es la esbelta espadaña de dos pisos escalonados que se alza sobre el
arco triunfal, muy señalado al exterior, que separa la nave de la cabecera. El singular aspecto tectónico y pétreo de San Martín se ve incrementado por otra singularidad: la cubierta está formada, en vez de por las habituales tejas de barro
cocido, por lastras de piedra sujetas con mortero.
Fachada principal
El hastial abierto hacia occidente es tan austero como todo el resto del
edificio. Rematado a piñón en su parte inferior se abre una
portada de arco apuntado con tres arquivoltas sobre jambas escalonadas. Un dato curioso es que las dovelas que dan forma a las arquivoltas están numeradas con las marcas de montaje: dos rayas la primera, tres la segunda y cuatro la última. En lo alto de la fachada se abre un óculo tetralobulado abocinado por cuatro roscas.
Oscuro interior
El interior del templo —se puede admirar desde un pequeño ventanillo practicado en una de las
puertas de entrada— es intencionadamente oscuro ya que solo se ilumina por la escasa luz que penetra por la saetera del ábside y el óculo de la portada. Parece que los constructores quisieron crear un ambiente intimo y misterioso. En la penumbra se distingue la
bóveda de medio cañón, reforzada por dobles
arcos fajones que cubre los tres tramos en los que se divide la nave. Un estrecho arco triunfal, con cuatro roscas sobre robustos pilares, da paso a la cabecera. Mientras el primer tramo recto, que se corresponde con el presbiterio se cubre con bóveda de cañón, el ábside luce el clásico cascarón.
Cómo llegar
Hay que salir de
Burgos por la
carretera de Poza de la Sal, BU-V-5021, y nada más pasar Rublacedo de Abajo desviarse por la BU-V-5104, con dirección a Quintana-Urria y
Rojas. Tras atravesar esta última localidad y ya en Piérnigas, una señalizada pista asfaltada, enfila, por la izquierda, hacia la ermita de San Martín.