MUY CERCA DE LA
IGLESIA se conserva una antigua
ermita tardorrománica convertida actualmente en una vivienda particular, aspecto éste que ha motivado cambios sustanciales en su primitiva
fábrica.
En origen fue un templo de una sola nave y cabecera cuadrada, más estrecha y de menor altura. Estaba construida, según las partes que podemos ver hoy, de mampostería combinada en las
esquinas con algunos sillares de tamaños dispares. Abría su
portada al sur y se remataban sus muros con una cornisa de nacela soportada por
canecillos decorados con motivos geométricos y figurados. Es posible, aunque no se ha podido constatar, que en su interior se cubriese con
bóveda de cañón en el
ábside y techumbre de madera en la nave, si bien las reformas llevadas a cabo en épocas más recientes transformaron considerablemente su aspecto, hasta el punto que hoy se integra perfectamente en el
caserío, pasando prácticamente desapercibida, incluso para los propios vecinos. Hasta la década de 1980 se podía ver en toda su altura la cabecera, pero en torno a esos años se construyó sobre ella una segunda planta de la vivienda lo que obligó a desmontar la primitiva cornisa
románica para colocarla en el
alero moderno, eso sí indignamente “camuflada” entre el canalón de PVC y los cables de la línea telefónica.
Los canecillos eran probablemente la única concesión decorativa que se permitieron sus artífices que, dicho sea de paso, eran mejores mazoneros que escultores. Los que se han conservado muestran una talla bastante tosca, muy alejada de las exquisiteces a las que nos tienen acostumbrados los buenos maestros. Se decoran con diversos motivos geométricos (
rollos superpuestos, tacos, retículas, aspas, etc.), figurados (cabezas antropomorfas) y otros de dudosa interpretación. Se trata, con toda seguridad, de una obra realizada por artesanos locales que poseen unos recursos técnicos más bien limitados. A pesar de lo fragmentado de los restos, podemos aventurar una cronología tardía que rebasa a buen seguro el horizonte de 1200