Es difícil saber de quién es la última responsabilidad de este tipo de fenómenos. Es muy posible que en gran parte sea de la jerarquía eclesiástica. Y, en concreto, del cura-párroco del lugar. En esta comarca podrían algunos aprender de ciertos curas-párrocos que se han dejado la piel, desde hace varios años, impidiendo que los templos de su responsabilidad -o, quiero decir, en los que ellos ofician- se desmoronen. Y han encontrado el entusiasta apoyo del vecindario. Que nadie se moleste pero merece una especial mención, al respecto, Joaquín Cidad Pérez, cura de parte del Tozo Medio y de la Lora de Sargentes. Llamemos las cosas por su nombre y cada palo que aguante su vela y nunca mejor dicho.
Hay curas que -posiblemente ha ocurrido siempre- se sumergen en el pueblo, con los aldeanos y sus problemas, y otros que parecen mirar a otro lado; posiblemente también es que, en parte, no todos tienen las mismas cualidades ni el mismo empuje ni el mismo convencimiento.
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