por Pedro Lozano
Huerta
Quintanalara en
Burgos, tiene una
biblioteca con más de 16.000 ejemplares y otros tantos almacenados, con una población que cuenta con solamente 33 habitantes censados, pero de ellos nada más 9 viven en esa pequeña localidad burgalesa durante todo el año.
Cuenta con una de las mayores
bibliotecas del mundo en cuanto a índice de libros per cápita y además no es una biblioteca como otra cualquiera, sino que se ha convertido en todo un atractivo turístico que hace que este pequeño
pueblo de Burgos reciba muchos más visitantes que habitantes tiene.
El
Potro, como así se llama la biblioteca de Quintanalara, se encuentra en uno de los márgenes del municipio. Rodeada de
árboles y
campos verdes, presume de ser un lugar tranquilo y apacible sumergido en plena
naturaleza.
Sobre la
puerta hay una pequeña
placa de
piedra con la inscripción en números
romanos «MMVI» (2006), quizás la fecha de la rehabilitación del
edificio. Su
tejado a dos
aguas de tejas naranjas también dispone de una serie de
ventanales para dar luminosidad al espacio.
En su interior predomina la madera tanto en el techo como en las estanterías que custodian a los libros. En el centro de la planta rectangular del edificio todavía está presente el potro donde herraban las monturas de los animales. Es un lugar diáfano y luminoso, de suelo de cemento y forrado de estanterías repletas de libros.
Esta biblioteca se podría definir como una «biblioteca vecinal», la cual ha sido creada a través de un proyecto cultural denominado EntreLibros. Gracias a dicho proyecto se ha conseguido incentivar, principalmente, el espacio y, de manera secundaria, el turismo rural.
Esta más que curiosa biblioteca está abierta de manera permanente todas las horas y días del año. Cuenta con una extensa colección de libros formada gracias a la buena voluntad vecinal y de múltiples donantes. Un ejemplo serían los 2.000 kilogramos de libros donados por la Universidad de
Navarra.
Por cierto, en ella no existe el préstamo regularizado de libros, sino el intercambio o «préstamo sin fecha de devolución». Y es que desde la concepción de la biblioteca, Quintanalara se sumó al movimiento del bookcrossing para activar su enorme colección de libros, además de para animar a que todo el mundo conociese este excepcional punto literario.