Hasta el desfiladero de Las Calderas sólo se puede llegar a pie tras una marcha montañera de las de parar cada poco para recuperar resuello. Pero sudores y resoplidos quedan de sobra recompensados ante el singular espectáculo natural que se descubre en uno de los pliegues más aislados de la vertiente sudoccidental de la burgalesa
sierra de
Neila. Allí, entre los 1.800 y 1.600 metros de altitud, las suaves laderas de la sierra se rasgan en mil pedazos para dibujar sobre el terreno dos kilómetros de callejones, desfiladeros, paredones, cornisas y pedruscos gigantescos jugando a hacer equilibrios imposibles. Es como una cicatriz enorme producida por un hachazo divino.
Callejones y precipicios formados por rocosas cuarcíticas en la subida al paraje natural de Las Calderas.
Lagunas de Neila. Sierra de la Demanda.