Un día, os prometí un poema... y aquí está, pues la lluvia me ha dejado en casa.
Saludos y espero que os guste.
ESTACIÓN DE QUINTANILLEJA
(Burgos)
Dejaste la ventana abierta
y paso a paso se cuela
un destello y una luz primera.
Hace negrear los goznes,
azulean los cristales,
la máquina del tiempo chirría,
ha detenido su anunciada hora.
Pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi....
Es hora de bajar
a la estación de Quintanilleja.
De ver cómo flota en el aire
una nota suspendida y terca.
- ¿Hay que bajar?
-Si, ahora.
Todo está dispuesto, ahora
vas a brillar de nuevo
perdida estación, casi olvidada.
Hay que soplar y soplar
sobre el crisol de muchos vidrios
y anunciar tu parada.
Un día se detuvo el tiempo,
se durmió una princesa,
los ladrillos se convirtieron en piedras
y los besos murmuraban
canturreando en la fuente,
olvidados y perdidos en la siesta.
- ¡Despierta ya!, que vienen los viajeros
a posar sus pies en los andenes.
- ¡Cuidado!, baja despacio,
que la velocidad da vértigo.
Es la velocidad del sueño
vencida en mil espejos
y sumida en el lejano tiempo.
- ¡No cierres la ventana!,
que ya oigo música y risas.
Vienen los niños a visitar el pueblo
y llenar de vida las calles.
También a ellos les gusta
este remanso, a estilo cuento,
esta perdida y silenciosa música
del nuevo encuentro:
- ¡Pí, pí, pí, pí... qué bien suena!
Carmen García
Saludos y espero que os guste.
ESTACIÓN DE QUINTANILLEJA
(Burgos)
Dejaste la ventana abierta
y paso a paso se cuela
un destello y una luz primera.
Hace negrear los goznes,
azulean los cristales,
la máquina del tiempo chirría,
ha detenido su anunciada hora.
Pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi....
Es hora de bajar
a la estación de Quintanilleja.
De ver cómo flota en el aire
una nota suspendida y terca.
- ¿Hay que bajar?
-Si, ahora.
Todo está dispuesto, ahora
vas a brillar de nuevo
perdida estación, casi olvidada.
Hay que soplar y soplar
sobre el crisol de muchos vidrios
y anunciar tu parada.
Un día se detuvo el tiempo,
se durmió una princesa,
los ladrillos se convirtieron en piedras
y los besos murmuraban
canturreando en la fuente,
olvidados y perdidos en la siesta.
- ¡Despierta ya!, que vienen los viajeros
a posar sus pies en los andenes.
- ¡Cuidado!, baja despacio,
que la velocidad da vértigo.
Es la velocidad del sueño
vencida en mil espejos
y sumida en el lejano tiempo.
- ¡No cierres la ventana!,
que ya oigo música y risas.
Vienen los niños a visitar el pueblo
y llenar de vida las calles.
También a ellos les gusta
este remanso, a estilo cuento,
esta perdida y silenciosa música
del nuevo encuentro:
- ¡Pí, pí, pí, pí... qué bien suena!
Carmen García