Nos encantaba ir de paseo en bici a mi marido y a mi, e incluso a nuestros hijos cuando eran pequeños y venían con nosotros, y esta estación siempre me atraía sobre manera porque parecía sacada de un cuento de hadas con sus jardincillos y sus preciosas macetas. Un idilio y reflejo de las personas que allí lo habitaron tantos años, y por relevos de su trabajo con el que sin duda debían disfrutar a la vista de lo cuidado que tenían el entorno. Con el tiempo un día me decidí a volver y hacer fotos, y lástima que no las hubiera hecho cuando estaba en activo. La vida es así. Mientras lo disfrutas, lo vives, cuando crees que lo vas a perder, lo recreas.