La
Ermita de
Santa María de
Quintanilla de las Viñas, en la provincia de
Burgos, constituye uno de los
monumentos más significativos del
arte altomedieval hispánico.
La localidad de Quintanilla de las Viñas se asienta en una vega de buenas aptitudes agrícolas. Ello explica que en dicho emplazamiento surgiera en época visigótica un amplio espacio de carácter monacal, basado en la actividad agropecuaria.
La ermita de Santa María o de Nuestra Señora de las Viñas constituye un pequeño fragmento de aquel
monasterio, en concreto, la cabecera y parte del crucero de la
iglesia que formaba parte de ese complejo.
Los orígenes de este
edificio son muy controvertidos, hasta el punto de que existen dos planteamientos historiográficos distintos formulados por dos autores, Luciano Huidobro y Ricardo de Orueta. El primero, apoyaba la idea de que el
monumento era una construcción mozárabe de finales del siglo IX o principios del siglo X. El segundo, siempre defendió que se trataba de una iglesia visigótica de fines del siglo VII.
El predominio de los trazados rectos, la compartimentación del espacio para adaptarse a las necesidades litúrgicas, la escasa iluminación, así como el empleo de sillares y
arcos de herradura, son algunas de las características que han llevado a la mayoría de los investigadores a decantarse por la segunda versión.
Estructuralmente, este edificio de reducidas dimensiones está edificado con sólidos muros de sillería que siguen la
tradición constructiva
romana. Los constructores recurrieron a los materiales de la zona y también aprovecharon algunos elementos, como sillares,
columnas, etc., de construcciones
romanas precedentes. De hecho, en sus proximidades se emplazaban varias villas romanas, formas de poblamiento características desde el Bajo Imperio hasta la época visigótica.
Según las investigaciones, la iglesia debió tener una planta basilical de tres naves y una especie de
pórtico a los pies. La cabecera está compuesta por un
ábside de planta cuadrada y un crucero que se prolongaba a los lados con dos habitaciones cuadrangulares, identificadas como el sacrarium, para guardar los objetos sagrados, y el baptisterium, lugar donde se celebraba el sacramento del bautismo. Todo ello se remata con una cubierta de madera reciente.
La iglesia de Quintanilla de las Viñas posee una rica decoración escultórica, tanto interior como exterior, con una enorme carga significativa propia del mundo hispano visigodo. Se trata de bajorrelieves, de talla plana, biselados y con el fondo de la composición neutro, de acuerdo con la tradición del Bajo Imperio
Romano y que aparecen ligados a los elementos arquitectónicos.
En los frisos encontramos una decoración con elementos ligados a la vid, dada la importancia de este cultivo en la zona, con formas geométricas y aves exóticas de influencia oriental. En el interior la entrada del ábside está presidida por un gran
arco triunfal de herradura profusamente decorado con motivos vegetales y aves.
Por otro lado, en los bloques que actúan como
capitel hay relieves muy esquemáticos pero de gran belleza plástica y valor simbólico. En uno de ellos, aparecen representados unos ángeles que sostienen la versión antropomorfa del sol y de la luna, los cuales se han identificado con
Cristo y con la Iglesia o con María.
En otros dos, han sido esculpidos un hombre y una mujer, quizás un
santo y una donante. De muchísimo interés son también las inscripciones epigráficas, perfectamente integradas en el edificio. Una de ellas ha sido especialmente objeto de debate científico, concretamente la que incluye la mención a 'Flammola', que al parecer hace referencia a la mujer que dispuso la construcción del templo.
En 2004 dos relieves fueron robados de la ermita, tras quince años desaparecidos, en enero de 2019 fueron hayados en el
jardín de un aristócrata inglés. Actualmente se encuentran en el
Museo de Burgos. Una vez restaurados el Consejo de Patrimonio Histórico decidirá cuál es el mejor lugar para albergar estas piezas de incalculable valor.