A veces cruzamos por grandes desiertos, y nos sentimos como
flores sin
agua, nos sentimos como una rosa marchitada, sentimos que por nuestro cuerpo las raíces de la
felicidad comienzan a secarse, las raíces de las promesas comienzan a desaparecer, sentimos como si el Sol nos quemase sin misericordia, el polvo comienza a posesionarse de nuestras vidas, y sentimos un gran vacío porque no somos respondidos por nuestro Salvador.