poner los cuernos" como acepción de infidelidad tiene su origen en los vikingos. Sus jefes podían escoger entre todas las mujeres jóvenes de su territorio a la que estimaran más convenientes para contraer matrimonio o simplemente como amante, si éstas estaban casadas. Cuando el jefe hacía efectivo este derecho, en la
puerta de la
joven se colocaba una enorme cornamenta de alce, naciendo la famosa frase: “Te pusieron los cuernos” o “eres un cornudo