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Hace unos meses, Gualberto Paniagua, de 33 años fue diagnosticado de chagas y ahora se está medicando contra la enfermedad. Gualberto es de la zona rural de Cochabamba, Bolivia y cree que se infectó cuando vivía en casa de sus padres porque había mucha vinchuca.
En 1909, el médico brasileño Carlos Chagas comunicó al mundo científico la existencia de una nueva enfermedad infecciosa. Un año antes, ya había descrito al parásito que la provoca (el Tripanosoma cruzi) y el vector que la transmite (las vinchucas o chinches picudas que viven en las grietas de paredes y techos de las viviendas de adobe).
Cien años después, faltan tratamientos innovadores y el que existe en la mayoría de ocasiones no está disponible para los enfermos. Cien años después, muchas de las personas infectadas con Chagas siguen ignorando que están enfermas, mueren sin saber de qué y en silencio. Su voz no llega hasta los Gobiernos que deberían responder a este problema de salud pública, ni hasta las compañías farmacéuticas que podrían investigar y desarrollar nuevos medicamentos. Durante 100 años, el Chagas ha sido una enfermedad silenciosa.
La detección a tiempo de los casos de infección debe ser una prioridad. Pero el diagnóstico necesita confirmarse en un laboratorio y muchas veces los países endémicos no cuentan con las instalaciones ni el personal necesario para ello.
Sólo existen dos medicamentos contra el Chagas. Fueron desarrollados hace más de 35 años en investigaciones no específicamente destinadas a ella. Las tasas de curación alcanzan casi el 100% en recién nacidos y lactantes pero ninguno de los dos medicamentos está adaptado al uso pediátrico. En niños mayores y adultos pueden tener múltiples efectos secundarios, por lo que deben tomarse bajo supervisión médica y seguimiento semanal.
Además de tratar a los enfermos con un adecuado seguimiento del tratamiento, es imprescindible informar y educar a la población para prevenir los contagios: vías posibles de transmisión, los síntomas, el tratamiento y las medidas básicas de higiene, etc
hay que aprender y conocer de todo un poco
En 1909, el médico brasileño Carlos Chagas comunicó al mundo científico la existencia de una nueva enfermedad infecciosa. Un año antes, ya había descrito al parásito que la provoca (el Tripanosoma cruzi) y el vector que la transmite (las vinchucas o chinches picudas que viven en las grietas de paredes y techos de las viviendas de adobe).
Cien años después, faltan tratamientos innovadores y el que existe en la mayoría de ocasiones no está disponible para los enfermos. Cien años después, muchas de las personas infectadas con Chagas siguen ignorando que están enfermas, mueren sin saber de qué y en silencio. Su voz no llega hasta los Gobiernos que deberían responder a este problema de salud pública, ni hasta las compañías farmacéuticas que podrían investigar y desarrollar nuevos medicamentos. Durante 100 años, el Chagas ha sido una enfermedad silenciosa.
La detección a tiempo de los casos de infección debe ser una prioridad. Pero el diagnóstico necesita confirmarse en un laboratorio y muchas veces los países endémicos no cuentan con las instalaciones ni el personal necesario para ello.
Sólo existen dos medicamentos contra el Chagas. Fueron desarrollados hace más de 35 años en investigaciones no específicamente destinadas a ella. Las tasas de curación alcanzan casi el 100% en recién nacidos y lactantes pero ninguno de los dos medicamentos está adaptado al uso pediátrico. En niños mayores y adultos pueden tener múltiples efectos secundarios, por lo que deben tomarse bajo supervisión médica y seguimiento semanal.
Además de tratar a los enfermos con un adecuado seguimiento del tratamiento, es imprescindible informar y educar a la población para prevenir los contagios: vías posibles de transmisión, los síntomas, el tratamiento y las medidas básicas de higiene, etc
hay que aprender y conocer de todo un poco