REDECILLA DEL CAMINO: Siempre mi pensamiento ...

pues no se garbiñe,

te dejo un ratito que tengo que seguir preparando unas cosillas

vale

La virgen de la fuensanta

Virgen de la
Fuensanta,
sol peregrino,
rosa de los rosales
del paraíso,
Blanca azucena,
aurora que ilumina
toda la tierra:

Paloma de los cielos,
flor de las flores,
céfiro de la Gloria,
sol de los soles;
Lago que guarda
entre nardos y lirios
olas en calma:

Iris en la tormenta,
perla en los mares,
entre el mundo y el cielo
virgen y madre;
Cielo en el mundo,
y en el mar de las penas
puerto seguro:

Hoy a tu altar divino,
virgen bendita,
vengo a pulsar las cuerdas
del arpa mía.
Conmigo vienen
a celebrar tu nombre
los cordobeses.

Asilo de la Virgen,
concha cerrada
en donde está la perla
de la Fuensanta;
Templo del valle,
morada misteriosa
que guarda un ángel:

Torre del santuario,
la que se encumbra
entre el laurel de huertas
que la circunda,
Torre clavada
entre frutas y flores,
juncos y palmas:

Isla santa en los mares
de los dolores,
recinto que perfuman
las oraciones;
Nave divina,
arca de los milagros,
preciosa ermita.

Alcázares, orgullo
de las ciudades,
monumentos altivos,
torres gigantes,
Montes azules
que voláis a esconderos
entre las nubes;

Palacios y naciones,
soberbia Tiro,
colosal fortaleza,
feudal castillo;
Glorias del arte,
cúpulas atrevidas,
templos brillantes;

¿Qué sois ante la iglesia
blanca y humilde
donde tiene su trono
la Santa Virgen?
¿Qué regio alcázar
igualará a la ermita
de la Fuensanta?

A su alredor los frescos
cañaverales
sombra dan a sus muros,
música al aire;
Y allí en las noches
suspiran escondidos
los ruiseñores.

Roncas se precipitan
dentro las huertas
de la crujiente noria
las tardas ruedas;
Ruedas que bajan
y que en búcaros frescos
suben al agua

Cerca del santuario
resbala el río,
esclavo en la ribera,
viejo cautivo;
Genio indomable,
que por ver a la Virgen
rompió su cauce.

Sobre la abierta orilla
lanzó sus ondas
para ver, Virgen mía,
tu regia pompa;
Y al acercarse
perfumó sus corrientes
en tus altares.

Más allá de tu ermita
nunca fue el agua;
allí tu altar divino
la sujetaba,
Y fugitiva
al reflejar tu imagen
retrocedía.

Aún era yo muy niño
cuando mi madre
me hizo pisar las gradas
de tus altares,
Y de rodillas
tu dulcísimo nombre
me repetía.

Ni la miel que despiden
rubios panales,
miel que dan a la abeja
los azahares;
Ni los aromas
que en los jazmines liban
las mariposas;

Ni miel, ni flor, ni esencia,
nada es tan dulce
cual pronunciar tu nombre
que al cielo sube:
Nada se iguala
al nombre de la Virgen
de la Fuensanta.

Cuando allá bajo el cielo
de extraña tierra
miraba el campanario
de blanca aldea;
Cuando en la tarde
de algún cantar al eco
llenaba el aire;

Cuando en otras riberas,
solo y perdido,
contemplaba las olas,
de extraño río
Besar tranquilas
las solitarias gradas
de alguna ermita,

Siempre mi pensamiento
volaba triste,
y mis recuerdos eran
para mi Virgen;
Siempre mi alma
volaba al santuario
de la Fuensanta.

Más tarde, Virgen mía.
Llamé a tu puerta,
implorando el auxilio
de tu clemencia.
El mundo entonces
era para mis ojos
lóbrega noche.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hirieron mis pupilas
nubes confusas,
y entre la luz del mundo
quedéme a oscuras.
Soñé despierto,
caminaba entre nieblas,
estaba ciego.

Al implorar tu inmensa
misericordia, ... (ver texto completo)