estaban riquisimas
Los libros de historias y de leyendas acaecidas en tiempos pretéritos nos hablan con frecuencia de fascinantes viajes y aventuras por el mar a bordo de espectaculares veleros e imponentes galeones cuyas quillas cortaban las aguas abriéndose paso hacia horizontes siempre inciertos. En ocasiones, los vientos que hinchaban sus velas obedecían al mandato de obligaciones estratégicas o comerciales, mientras que en otras eran la codicia, la siempre caprichosa fortuna y el innato afán de aventura humano los que atraían a los más osados a embarcarse en busca de la seductora magia de lo desconocido.
Fieles testigos de su presencia en tales escenarios son algunas botellas halladas en los pecios de los fondos marinos que han guardado, acunados con el vaivén de las olas durante siglos, el testimonio original de aquel producto dotándolo, en ocasiones, de nuevos y sugerentes valores para ser apreciados por los paladares del hombre moderno. Puede que, de algún modo, estos hechos hayan contribuido a despertar el interés de los especialistas del vino y de los enólogos innovadores, siempre inmersos en la búsqueda de nuevas formas de crianza para sus caldos. Así, desde hace algunos años se vienen realizando curiosas experiencias de crianza de vinos bajo el mar con interesantes resultados en diversas partes del mundo.