Hoy comprendo, Señor, tu sufrimiento,
el dolor de sentirte abandonado,
el vacío de inmensa soledad...
Hoy sufro la aridez de tu
calvario.
Este azote que rompe nuestro cuerpo
con calumnias, con ira, con traición,
es el eco de la única verdad
que flageló al orgullo con su voz.
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