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REZMONDO: Se me ha pasado la fiesta de Santiago, donde de niño...

Se me ha pasado la fiesta de Santiago, donde de niño acudía a la casa de la abuela, los pocos que quedáis, sabéis que eran unas fiestas, que celebrabais con entusiasmo, al albur de que en todos los pueblos era fiesta de guardar, (multaban por trabajar) ¡que tiempos!, acudía mucho personal. Recuerdo que el nerviosismo se apoderaba de la chabalerearía, nos dábamos mucha prisa para gastarnos las pocas pesetas, que unos por no tener, y otros por que no se lo daban, las bolsas andaba parejas, un chupa chus, algún caramelo y dos globos, y todos aligerados para volver al pueblo. Den regreso, cabizbajos y algo frustrados, pagaba el pato algún perro despistado que no se había enterado de la fiesta, y alguna rezagada gallina del señor Eutiquio, seguramente desorientada por el desacostumbrado bullicio, al menudeo de las piedras, perdía alguna que otra pluma, la cosa no pasaba de ahí, seguramente por falta de puntería, y por que la condenada acababa buscando el albañal. Ya de mocetes (trece, catorce,) respecto al dinero la cosa no cambiaba demasiado, pero los ocjetivos eran otros, esperábamos al baile, y como en aquel tiempo nadie pillaba nada, al amparo de la tenue luz de la luna (si había) nos dedicábamos, mas que nada por distraernos, a tirar capachos a las chicas que con entusiasmo o sin el bailaban con su novio o aspirante, a las quejas de la dama, arrancaba a correr el pretendiente, que emulando a los medievales, veía la ocasión de hacer méritos ante su dama, sobre todo si lograba darle unos cuantos duros mamporros al ofensor, cosa que yo sepa no sucedió nunca, demasiado rápidos, escurridizos y con un diblin equiparable al de Mesi. la noche se remataba dando una vuelta por el pueblo, por si había alguna carreta que atravesar en la calle, para que el despistado vecino algo, aturdido por el humo y el alcohol de la tasca de Patricio, se diera el hostión, Claro que como los chistes de Jila en ello no había mala intención. Y es que los chicos de entonces, eramos respetuosos con los mayores, y besabamos la mano del señor cura, no como ahora que estudian, y se dedican a divertirse con chicas, olvidándose los desconsiderados, de descalabrar al vecino, de los capachos, de los biejos y del respetuoso besamanos.