Los orígenes de la comunidad monástica de
Rioseco se remontan a la primera mitad del siglo XII, cuando el rey Alfonso VII entrega a un monje de nombre Cristóbal un modesto cenobio situado en Quintanajuar, en el llamado Páramo de Masa. Medio siglo después aproximadamente, en 1184 y en el contexto de su labor repobladora y pacificadora de las fronteras navarras y castellanas, el rey Alfonso VIII insta a la comunidad a trasladarse, a cambio de generosas donaciones, a
San Cipriano de
Montes de Oca, en
La Rioja; donde permanece hasta principios del siglo XIII.