Así pues, la iglesia monacal respondía en origen al modelo típicamente cisterciense de cabecera plana recomendado por San Bernardo en su búsqueda de la austeridad y sencillez total de líneas, de ahí que en ocasiones suela llamarse "planta bernarda". Los tramos de la nave cubren mediante soluciones de crucería nervada con medallones decorativos en las claves, mientras que la cabecera hace lo propio mediante un esquema de ocho nervios convergentes en la clave.