La
espadaña, de dos cuerpos y rematada en un agudo piñón triangular, se yergue a mitad de la nave sobre el muro norte. La práctica totalidad de los numerosos bienes muebles que pudo poseer el
monasterio de
Rioseco o bien fueron expoliados durante sus décadas de total abandono, o bien se encuentran hoy repartidos por diferentes
parroquias del entorno.