Por último, merece ser reseñada una magnífica
escalera de caracol situada en la panda del capítulo y que recuerda a otra existente en el también burgalés
monasterio de Cardeña. El monasterio de
Santa María de
Rioseco siempre sorprende por muchas veces que se visite. Las continuas obras de restauración que se han realizado en el cenobio cisterciense desde hace una década o la labor que cada
verano se desarrolla durante la semana del voluntariado, descubriendo nuevos
rincones y nuevos espacios antes devorados por el escombro o la vegetación, invitan siempre a regresar y a volver a asombrarse con este lugar.